La inversión en la
infraestructura de 139 economías en desarrollo alcanzó el récord de 107.500
millones de dólares en 2014. De ese total, 73 por ciento se concentró en
Brasil, Colombia, India, Perú y Turquía, según nuevos datos publicados por el
Banco Mundial.
El martes 9, la actualización de
los datos del Banco Mundial reveló que los proyectos con participación privada
en los sectores del agua, la energía y el transporte ascendieron a 51.200
millones en el primer semestre de 2014, frente a los 41.700 millones que
acumularon en el mismo lapso de 2013. Basados en un análisis de la inversión
realizada en más de 6.000 proyectos en 139 países de bajos y medianos ingresos
entre 1990 y 2014, los datos confirman que el sector energético tuvo la mayor
cantidad de proyectos, pero que el transporte recibió más inversiones, por
55.300 millones de dólares, o 51 por ciento del total.
Cerca de 28.500 millones de
dólares se invirtieron en 33 proyectos de construcción de carreteras, con
cuatro de los cinco más grandes en Brasil y el restante en Turquía. Cinco
proyectos aeroportuarios recibieron 13.200 millones de dólares en compromisos
de inversión.
Impulsada en gran medida por el
auge de la infraestructura en Brasil, Colombia y Perú, América Latina y el
Caribe concentró 55 por ciento de la inversión mundial, con 69.100 millones de
dólares el año pasado. Estos megaproyectos incluyen a 11 grandes
emprendimientos, ocho de ellos en el sector energético, que solo en Perú
asciende a más de 8.000 millones de dólares. El mayor de ellos, la línea 2 del
metro de Lima, recibió 5.300 millones de dólares.
Pero la inversión en la
infraestructura no creció en todas las regiones. En China e India descendió
respectivamente a 2.500 millones y a 6.200 millones de dólares en 2014. En el
caso de la primera, fue la menor cantidad invertida desde 2010. En África
subsahariana la inversión pasó de 9.300 millones en 2013 a 2.600 millones en
2014, aunque el aumento de actividad en la infraestructura de Ghana, Kenia y
Senegal sugiere que esa tendencia a la baja durará poco.
El Banco Mundial calcula que el
gasto realizado en proyectos de infraestructura en 2014 representa 91 por
ciento del promedio invertido en el quinquenio entre 2009 y 2013. “Es la cuarta
mayor cantidad de compromisos de inversión registrada, solo superada por el
nivel observado de 2010 a 2012″, afirmó un comunicado del Banco Mundial el
martes 9 de junio.
Casi todas los grandes organismos
internacionales, desde la Organización de las Naciones Unidas a los bancos
multilaterales de desarrollo, creen que reforzar las redes de carreteras,
energía y transporte es fundamental, dado que más de 1.000 millones de personas
no tienen acceso a caminos transitables durante todo el año, 783 millones viven
sin suministro de agua potable y 1.300 millones no están conectadas a una red
eléctrica. Pero una mirada más atenta a estos enormes proyectos de
infraestructura y sus planes de financiación sugiere que la inyección de miles
de millones de dólares en carreteras y represas en el Sur en desarrollo no solo
enriquece a los sectores más ricos de la población, sino que amenaza con
empobrecer más a los más pobres y agravar la desigualdad mundial.
“La escala adecuada”, una cosa
del pasado.
El experto en megaproyectos más
citado del mundo, Bent Flyvbjerg, de la británica Universidad de Oxford,
concluyó que solo uno de cada 1.000 de estos proyectos se terminan a tiempo,
dentro del presupuesto establecido y con la capacidad para prestar los
servicios prometidos.
La inmensa base de datos que
Flyvbjerg acumuló sobre el tema revela que aproximadamente 90 por ciento de los
proyectos a gran escala superan sus costos, a menudo en más de 50 por ciento
del presupuesto establecido, algo que terminan por pagar los contribuyentes.
Nancy Alexander, directora del
Programa de Gobernanza Económica de la alemana Fundación Heinrich Böll, aseguró
que estos proyectos llegan a costar “miles de millones y billones de dólares,
así que cuando superan el presupuesto y sus plazos, pueden devastar el
presupuesto nacional de un país”. Alexander dijo a IPS que, si bien existe una
real necesidad de mejorar la infraestructura, sobre todo en los países en
desarrollo, también hay una necesidad igualmente urgente de adaptar esos
emprendimientos hacia quienes más se beneficien con sus servicios.
“Ya sea en la educación, la
sanidad, el agua o la electricidad, los proyectos realmente deben ser de una
escala adecuada para alcanzar sus metas. Pero el concepto de ‘escala adecuada’
fue borrado del… discurso político porque ahora en lugar de ‘lo pequeño es hermoso’,
el lema es ‘grande es mejor’ “, comentó. Parte del motivo de ese cambio, según
los expertos, es la presión para usar la inversión en infraestructura para
financiar el desarrollo, en particular mediante el fortalecimiento de la
colaboración público-privada.
Una investigación realizada por
la Fundación Heinrich Böll revela que el Grupo de las 20 mayores economías del
mundo busca financiar la llamada brecha de infraestructura recurriendo a los
cerca de 80 billones (millón de millones) de dólares en fondos de pensiones,
planes de seguros y otros medios de financiación institucional privada a largo
plazo, mediante la creación de infraestructura como si fueran una “clase de
activos”. Con este modelo, los gobiernos emprenderán APP y las instituciones
financieras venderán productos financieros “que ofrezcan a los inversores a
largo plazo una participación en una cartera de APP”.
“Cuando los especuladores
controlan parte de la infraestructura física, la misma está sujeta a los
caprichos de hordas de inversores (y) podría desatar la inestabilidad en la
prestación de los servicios básicos”, señala la Fundación.
La falta de pruebas sobre el
éxito de las APP sugiere que el ritmo actual de la inversión en la
infraestructura con participación privada es, con suerte, una apuesta, y en el
peor de los casos, una receta para el desastre.
En una muestra de 128 APP
financiadas por el Banco Mundial, 67 por ciento de las correspondientes al
sector de distribución de energía habían fracasado, así como 41 por ciento de
aquellas en el sector del agua. Estas son las conclusiones del propio grupo de
evaluación independiente del Banco Mundial (IEG). Otras investigaciones señalan
que los megaproyectos rara vez conducen a mejoras en el acceso a los servicios
básicos, ya que muchos se realizan para atender a la demanda mundial, no local.
Los países destacados en los
últimos datos del Banco Mundial tienen pésimos antecedentes en la gestión de
sus megaproyectos. Las grandes iniciativas de infraestructura energética y
logística en Brasil, por ejemplo, son conocidas por sus demoras, mientras que
la mayoría de sus ferrocarriles, puertos, carreteras y centrales eléctricas
tienen varios años de retraso.
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