Fiesta del PCE 2010

En la carpa de Cuba con la bandera de la Revolución

Ruta de Aigualluts cerca de Benasque

En la pradera después de Aigualluts, a los pies del Aneto.

Impresionante cascada de Aigulluts

La espectacularidad de esta cascada es para no olvidarse de ella.

Las Gradas de Soaso

Un espectaculo en los Pirineos Aragones

Cascadas de la Larri en, la espectacularidad alubrada a nuestros ojos

Un valle Glaciar eún vivo en los Pirineos Aragones

A los pies del las agujas del Pico Perramo, con su ibón

Otro rincón sin desperdicio pero muy duro de alcanzar

La Alhambra de Granada

La Alhambra desplegando toda su majestuosidad por la noche

La Alhambra de Granada

El patio de los Leones después de su restauración

Caracassonne

Ciudad Patrimonio de la Humanidad al sur de Francia

Mont Saint Michel

En la Normandia francesa se encuentra emplazada esta abadía espectacular

Castillo de Chambord

En el Valle del Loira, merece la pena ver este chateau

La Cueva de Zugarramurdi

En el norte de Navarra, se encuentra este lugar misterioso

En el alto del Mugrón

Una jornada de reivindicación con la Plataforma contra el ATC de Zarra.

Vista Labor de Torregrande

Edificio centenario con planta defensiva acastillada en Almansa.

Fiesta PCE 2012

Cayo Lara apoyo la reivindicación de la Coordinadora en Defensa del Hospital de Almansa para su no privatización.

Marchas de la Dignidad

En pleno tramo de Chinchilla a Albacete de camino a Madrid con las Marchas 22-M.

Fiesta PCE 2014

Un rato distraido con Cayo Lara en los puestos de la Fiesta del PCE.

Fiesta PCE 2014

Gines Fernandez el Director de Mundo Obrero, mítico periódico del PCE.

Marchas de la Dignidad Almansa

Movilización contra los recortes sociales y libertades colectivas, reclamando Pan, Techo, Trabajo y Dignidad 21.03.2015.

VIDEOS MARXISTAS, MATERIALISMO HISTORICO, DIALECTICA, SOCIALISMO CIENTÍFICO. FILOSOFÍA MARXISTA
PACIFISMO BURGUÉS Y PACIFISMO REVOLUCIONARIO
MARX: DIALÉCTICA, HISTORIA Y COLONIALISMOS
HISTORIA DEL MARXISMO:CLASE 1-INTRODUCCIÓN

sábado, 29 de agosto de 2015

Corte de EE.UU. dice que Ecuador debe pagar a Chevron 96 millones de dólares

Una corte de EE.UU. dictaminó hoy que Ecuador debe pagar una indemnización de 96 millones de dólares a la petrolera estadounidense Chevron en base al tratado bilateral de inversiones en vigor desde 1997.

Con su fallo, al que tuvo acceso Efe, la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia, en Washington, confirma el veredicto de un tribunal de arbitraje de La Haya (Holanda) que determinó que el tratado comercial de ambos países protege las inversiones que el gigante energético hizo en el país sudamericano.

En un breve comunicado remitido a Efe, la compañía se mostró "complacida" con la decisión de la Justicia estadounidense de ratificar el fallo del tribunal de arbitraje de La Haya.

Debido a los intereses por el retraso en el pago de esta indemnización, la cantidad actual que Ecuador debería de pagar al gigante energético es de 106 millones de dólares, según aseguró un portavoz de la empresa.

Éste es solo el último capítulo de uno de los mayores litigios medioambientales de la historia, que ya dura más de 20 años y en cuyo centro se encuentran los daños ambientales y sociales supuestamente ocasionados a la Amazonía ecuatoriana entre 1964 y 1990 por Texaco, que fue adquirida posteriormente por Chevron.

La Justicia ecuatoriana condenó a Chevron a pagar 9.500 millones de dólares, pero la multinacional llevó el caso a los tribunales de Nueva York por las presuntas irregularidades que detectó en el juicio llevado a cabo en Ecuador.

El pasado 4 de marzo, el juez federal de Nueva York Lewis Kaplan falló a favor de Chevron, tras determinar que hubo una "conspiración" entre el abogado Steven Donziger, quien representó a las comunidades indígenas supuestamente afectadas por los daños ecológicos, y un juez ecuatoriano.

El juez Kaplan concluyó que la decisión judicial en Ecuador se obtuvo "por medios corruptos".
La demanda sobre la que se pronunció hoy la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia se refiere a otra vertiente del litigio, centrada en el tratado bilateral de inversiones entre EE.UU. y Ecuador

Entre 1991 y 1993, Texaco presentó seis demandas contra Ecuador por supuestas violaciones de un acuerdo conjunto para la exploración de petróleo, sobre las que la Justicia ecuatoriana nunca emitió sentencia.

En 2006 Chevron se acogió al tratado de protección de inversiones y presentó una demanda contra el
Estado de Ecuador ante el tribunal de La Haya.

Según recoge el fallo de hoy, bajo este tratado, Ecuador ofrecía a los inversores estadounidenses la oportunidad de intervenir en los litigios en los que se vieran involucrados, siempre que estos conflictos se dieran posteriormente a la entrada en vigor del tratado en 1997.

Por ello, en su demanda, el Estado ecuatoriano argumentó que no debía de pagar ninguna indemnización a Chevron, tal y como pedía la empresa, porque la relación entre ambos terminó en 1995, dos años antes de que entrara en vigor el tratado de inversiones.

Sin embargo, el tribunal de arbitraje de La Haya rechazó estos argumentos y dictaminó que Ecuador debía de indemnizar a Chevron con 96 millones de dólares.

En respuesta, Ecuador recurrió la sentencia en las cortes holandesas y recibió el rechazo de todas las altas instancias judiciales del país, incluida la Corte del Distrito de La Haya, la Corte de Apelaciones de esta ciudad y el Tribunal Supremo holandés.


Entonces, el 27 de julio de 2012, presentó un recurso contra la sentencia por la que debía pagar 96 millones de dólares a la petrolera ante la Corte del Distrito de Columbia, en Washington, que revisó la decisión del tribunal de arbitraje y falló hoy a favor de Chevron.

Alternativas para disputar el poder, el ser y el saber a las transnacionales

Quienes asistieron al nacimiento de las primeras compañías comerciales en Holanda en el siglo XVII, quienes vivieron la aparición de las fábricas textiles en Manchester en el siglo XIX, e incluso quienes contemplaron la configuración de las grandes empresas fordistas y de los incipientes conglomerados corporativos estadounidenses a lo largo de los primeros dos tercios del siglo XX, no dejarían de mostrar su asombro ante el poder acumulado hoy en día por las empresas transnacionales. Es más, podríamos llegar a afirmar que el mismísimo Karl Marx (que no fue ni mucho menos ajeno a las dinámicas de centralización y concentración del capital) se quedaría perplejo si pudiera visualizar la dimensión global y el peso que las grandes corporaciones han alcanzado en múltiples aspectos de nuestras vidas, de todas y cada una de las personas y pueblos que vivimos en este mundo globalizado.


Es precisamente a partir de la actual fase de globalización neoliberal, iniciada hace cuatro décadas en el contexto de la crisis de los 70, cuando las tendencias expansivas de las empresas transnacionales se agudizan.

Éstas se convierten en los agentes que con mayor fuerza impulsan una salida a dicha crisis desde el ahondamiento de los valores civilizatorios vigentes (ánimo de lucro, maximización de la ganancia, acumulación, crecimiento incesante), a través de una propuesta política conocida como Consenso de Washington (desregulación, apertura, flexibilización, limitación de las capacidades de los Estados). La implementación de dicha propuesta se ve favorecida por el disciplinamiento de la clase trabajadora, por un lado, así como por las mejoras tecnológicas en el transporte, la comunicación y la información, por el otro.


De esta manera, éstas asumen el papel de agente hegemónico de la globalización neoliberal y amplían no sólo su frontera espacial a lo largo y ancho del mundo, sino también su frontera sectorial(incorporando progresivamente al mercado capitalista y controlando ámbitos como la agricultura, los servicios, los bienes naturales, las patentes sobre la propia vida, etc.), e incluso su frontera política(alcanzando una capacidad de incidencia superior a la de los Estados y los pueblos).


Acumulan así un poder extraordinario que se expande más allá de lo económico y que se evidencia también en los ámbitos político, cultural y jurídico. En este sentido, y en lo que respecta al poder económico, las empresas transnacionales se sitúan en el centro de las grandes cadenas globales de producción, distribución, comercialización, finanzas y comunicación, lo que les permite acumular beneficios que superan en ocasiones las capacidades de los propios Estados. Algunos ejemplos: Wal-Mart, la mayor empresa del mundo, maneja un volumen anual de ventas que supera la suma del PIB de Colombia y Ecuador, mientras la petrolera Shell tiene unos ingresos superiores al PIB de Emiratos Árabes Unidos, al igual que el BBVA comparado con Guatemala.


Por supuesto, esta situación de privilegio económico se traslada de manera natural a un poder político creciente. Las multinacionales son las principales beneficiarias (y defensoras a ultranza) de la democracia de baja intensidad en la que vivimos, donde las decisiones se alejan de la ciudadanía y se toman cada vez más en ámbitos supraestatales (como estamos viendo en las negociaciones del TTIP o del TISA ), sin las mínimas garantías democráticas de participación e información, y contando con la connivencia de Estados matrices y receptores, así como de las principales instituciones multilaterales, formales (FMI, OMC) o informales (G7). Es en este contexto y en estos espacios donde su capacidad de incidencia a través de lobbies se acrecienta, a la vez que, en sentido contrario, los Estados (y no digamos ya los pueblos) pierden peso específico. De esta manera, los gobiernos ven limitada su capacidad para actuar en defensa de la ciudadanía en espacios donde no tienen protagonismo. A su vez, la infiltración de las transnacionales en sus competencias y responsabilidades es tal que en muchas ocasiones los Estados priman la alianza con éstas frente a su compromiso con las mayorías sociales, bien sea por derrotismo (no hay alternativa), persuasión (empleo, negocios, inversión extranjera directa, etc.) y/o corrupción (sobornos, puertas giratorias, etc.), situando a las grandes corporaciones como agentes políticos de primer orden.


Pero, además, las empresas transnacionales acumulan también poder cultural, jugando un papel fundamental en la reproducción simbólica del sistema, convirtiéndose en sujetos activos en defensa de una civilización individualista, consumista, fragmentada y despolitizada. De esta manera, han entendido con claridad que su legitimación depende de los imaginarios colectivos, de los valores imperantes, para lo cual han llevado la cultura a su terreno (mercantilizándola en la medida de lo posible), a la vez que han diseñado, impulsado y generalizado un formato universal de sociedad, de ciudadanía global, y de saber y conocimiento, adaptado a la primacía del crecimiento capitalista y a la democracia de baja intensidad.


Finalmente, y como garantía para mantener todo este entramado de poder económico, político y simbólico, las corporaciones transnacionales acumulan un aplastante poder jurídico. Éste se muestra en una lex mercatoria (derecho fuerte, basado en una maraña de complejos tratados, acuerdos comerciales, de inversión, etc.) que se impone sobre la soberanía de los pueblos y sobre el marco internacional de derechos humanos (derecho débil), generando así una arquitectura de la impunidad que les protege y blinda jurídicamente de las posibles iniciativas populares y/o de los Estados.


El círculo se cierra. Pasamos del poder económico al político, y de éste al cultural, todo ello bajo un marco jurídico actualmente inexpugnable y que les favorece. Han conseguido, por tanto, ser el agente protagonista y hegemónico en nuestra realidad global, con una gran incidencia en múltiples ámbitos de nuestras vidas.


En el centro del conflicto capital-vida
La relación entre las empresas transnacionales y el sistema vigente es de absoluta simbiosis. Por un lado, es éste quien dentro de su propia lógica de reproducción ha posibilitado y favorecido el poder de las empresas transnacionales, frente al de las personas y pueblos. Por el otro, son las grandes corporaciones el agente fundamental y centro del sistema, quien lo valida y sostiene. Sistema y trasnacionales son por tanto hermanas siamesas imposibles de separar: éstas no sobrevivirían sin un modelo de sociedad que no primara los valores civilizatorios del lucro, ganancia, competencia y acumulación; mientras que el sistema no se podría trascender sin enfrentar explícitamente a las transnacionales. Su devenir camina entonces por la misma senda.


Es precisamente esta senda la que muestra hoy en día con toda crudeza su carácter desigual, ingobernable, violento e insostenible. Hablamos de crisis civilizatoria, atravesamos una crisis multidimensional cuya génesis situamos en el propio modelo de sociedad global imperante, cuyos parámetros de civilización básicos desde hace más de dos siglos (progreso, individualismo, crecimiento económico capitalista y democracia liberal-representativa) y cuyos principios fuertes (ánimo de lucro, ganancia, acumulación), agudizados en la actual fase de globalización neoliberal, nos conducen a un callejón sin salida.


Esto es fundamentalmente porque el propio sistema es incapaz de enfrentar esta situación en clave de bienestar, democracia, justicia y sostenibilidad, valores de segundo orden o incluso antagónicos con su propia naturaleza. Y es esta naturaleza la que lleva en su génesis una vulnerabilidad estructural que se manifiesta en un sistema de dominación múltiple que sufrimos las mayorías populares, de manera intensa pero desigual, y en el que se articulan capitalismo, patriarcado, productivismo, colonialidad y democracia de baja intensidad. Son precisamente las grandes corporaciones quienes se sitúan como agente necesario en dicha dominación múltiple. En este sentido, la primacía de sus valores y estrategias de mercantilización, centralización y concentración no sólo no ha conllevado la mejora económica prometida (cantidad y calidad en el empleo, prestación de servicios, inversiones, transferencia tecnológica), sino que ha generado unos impactos muy negativos en términos sociales, políticos, ambientales y culturales, sistemáticamente denunciados por personas y pueblos de todo el mundo.


Asistimos a una crisis que apunta a la raíz del sistema. Un sistema que de manera asfixiante y natural ha ido mercantilizando, dominando y arrebatando espacios a la democracia, a la humanidad, a la vida en definitiva, por lo que no puede ser reformado sino trascendido. Nos enfrentamos pues a un conflicto explícito entre la vida y el capital, en el que este último lamina las bases materiales de reproducción de la vida, se desarrolla sobre violencia y sobre crecientes desigualdades que afectan a grandes mayorías, y se muestra ingobernable a la hora de responder a criterios de justicia y sostenibilidad. Por lo tanto, el conflicto se acrecienta en la pugna entre las personas y los pueblos en favor de la vida, por un lado, y quienes la ponen en riesgo (el capital, las empresas transnacionales y sus alianzas), por el otro.


Los caminos se bifurcan y se hace más notoria la necesidad de confrontar propuestas, la urgencia por generar e implementar alternativas al statu quo. Como hemos dicho, sistema y grandes compañías son hermanas siamesas, por lo que es momento de disputar el poder, el ser y el saber a las transnacionales: disputar la soberanía y autonomía de las personas y pueblos para decidir sobre su presente y futuro; disputar la primacía de las lógicas de justicia y sostenibilidad frente a las del ánimo de lucro y el crecimiento incesante; disputar los diversos saberes populares frente al pensamiento único y corporativizado.


Alternativas a las transnacionales… ¿Hacia dónde?
Vivimos un momento de agudización del conflicto capital-vida, por lo que es necesario y urgente que nos empeñemos no sólo en resistir ante los embates del capital, sino también en proponer alternativas que prefiguren y desarrollen en la práctica otras formas de organización social. En este sentido, debemos iniciar y consolidar procesos de transición en defensa de la vida que nos permitan colocardiques de contención que frenen la actuación de las transnacionales, a la vez que nos posibiliten avanzar en la consecución de espacios emancipadores que escapen a sus lógicas.


Además, es posible. Así, y a pesar del poder omnímodo que acumulan estas empresas, hoy en día ya se están formulando e impulsando alternativas que confrontan directamente el poder corporativo. No se trata entonces de una esperanza basada en vagas utopías, sino más bien en prácticas existentes y en la creencia en la capacidad de la humanidad para tomar las riendas de su futuro. El reto consiste por tanto en cómo articularlas para ir progresivamente arrebatando espacios para la democracia, la igualdad y la sostenibilidad, desde estrategias políticas confrontativas y de disputa de espacios, valores y legitimidades.


Estas iniciativas son de una naturaleza muy diversa. En primer lugar, alcanzan diferentes intensidades dentro de la lógica de transición, desde la resistencia (ocupación de monocultivos por parte de campesinas brasileñas este 8 de marzo) hasta la propuesta alternativa (soberanía alimentaria, ecofeminismo, economía solidaria), pasando por la regulación (normas vinculantes y observatorios internacionales). En segundo lugar, son impulsadas por diferentes actores, como los movimientos sociales (nacionalización de sectores estratégicos, control público y/o social de los bienes naturales, reparto del trabajo), los gobiernos (leyes de regulación de la mercantilización de la información, normativa en defensa de derechos), las personas (consumo responsable, boicot) e incluso las propias empresas (democracia interna, primacía del trabajo frente al capital, tratamiento no capitalista del capital). Por último, y en tercer lugar, se formulan en función de los diferentes ámbitos competenciales de nuestra sociedad global, desde el territorio (mercado social, lucha contra la minería a gran escala), pasando por el Estado (nacionalización de la seguridad social), el nivel regional (como los valores de reciprocidad defendidos en ALBA-TCP ) y el internacional (propuesta del Tratado Internacional de los Pueblos ). Es por tanto fundamental reconocer, visibilizar, articular y vincular toda esta miríada de alternativas (las señaladas son sólo unos ejemplos) en una lógica de transición y de disputa integral respecto a las multinacionales.


No obstante, es necesario que en este punto nos preguntemos por el horizonte de nuestras alternativas. ¿Hacia dónde se dirigen? ¿Alternativas a qué y para qué? No toda propuesta tiene por qué ser considerada una alternativa al sistema actual por el hecho de no circunscribirse estrictamente a los parámetros y principios hegemónicos. Al mismo tiempo, no toda iniciativa nace desde una lógica procesual de transición, ni desde análisis certeros de la compleja realidad global estructurada en torno al sistema de dominación múltiple. Es en este momento donde se vuelve indispensable contar no con un modelo cerrado y universal, sino más bien con una serie de principios e ideas-fuerza que nos ayuden a definir cuáles son los horizontes de emancipación que nos pueden servir de referencia para reconocer, priorizar y construir alternativas.


Muchas son las perspectivas (economía feminista, ecológica, marxista, solidaria, soberanía alimentaria, decolonialidad, buen vivir, etc.) que aportan su granito de arena en este sentido. Sin ánimo de ser exhaustivos, y a modo de propuesta tentativa, planteamos a continuación una serie de ideas-fuerza que consideramos sugerentes: la centralidad de la sostenibilidad de la vida, frente a la que se otorga actualmente a la reproducción ampliada del capital; el reconocimiento y articulación de la diversidad, frente a la pretendida universalidad del modelo hegemónico y a la jerarquización de seres, poderes y saberes; la democracia participativa, que se contrapone a la democracia de baja intensidad actual; la relevancia de lo colectivo y de la comunidad frente al individualismo; la politización de lo cotidiano dentro de dinámicas que unen lo general con lo personal; y la confrontación con el sistema y sus agentes fundamentales, entre ellos las empresas transnacionales.
Aterrizando estas ideas-fuerza al ámbito socio-económico y a la disputa con las grandes corporaciones, proponemos una serie de claves que nos permitirían vislumbrar hacia dónde dirigir los esfuerzos en el impulso de alternativas:

-Asunción de los ciclos de energía, materiales y residuos;
-Gestión democrática de la demanda en relación con un consumo menor y más responsable;
-Democratización de las decisiones económicas (Estados, pueblos, comunidades, empresas, hogares);
-Desmercantilización capitalista de la economía (bienes comunes, propiedad pública y/o social);
-Redistribución y reparto equitativo de los trabajos;
-Redistribución igualitaria de los recursos;
-Democratización cultural (comunicación, conocimiento, etc.);
-Deconocimiento de economías diversas;
-Fomento de economías no capitalistas;
-Apuesta por sistemas económicos basados en la reciprocidad y la intercooperación.


Asistimos a un momento civilizatorio muy complejo, pero reiteramos la necesidad, la urgencia y la esperanza en visibilizar y construir nuevas sendas, nuevos horizontes por los que transitar, disputando el poder, el ser y el saber a las transnacionales. Es un compromiso de todas y todos, es nuestro compromiso.


Gonzalo Fernández Ortiz de Zárate es coordinador de Paz con Dignidad – Euskadi e investigador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL).

viernes, 21 de agosto de 2015

Amnistia Internacional se equivoca con el tratamiento de la prostitución. ES EXPLOTACIÓN

El Movimiento Democrático de Mujeres expresa su más enérgico rechazo a la decisión de Amnistía Internacional de apoyar la despenalización de la prostitución. Amnistía Internacional utiliza la demagogia más heteropatriarcal cuando defiende que las “trabajadoras sexuales” tienen “derecho a la sanidad”,” a la seguridad”,” a no ser víctimas de trata”.

Este tipo de argumentos y de lenguaje engañosos golpean brutalmente la meta de las organizaciones feministas, como el MDM, de dar pasos firmes para conseguir la abolición de la prostitución. Porque cuando hablamos de prostitución, estamos hablando de vulneración de los Derechos Humanos básicos y la prostitución los viola todos: las personas prostituidas tienen una menor esperanza de vida; las mujeres prostituidas no son libres, muchas de ellas son mujeres pobres; las mujeres prostituidas sufren exclusión social y estigmatización… Y esto sucede al margen de su grado de regulación jurídica por parte de los Estados, tal y como la experiencia se ha encargado de demostrar dentro del propio marco de la Unión Europea. En definitiva, porque nadie en su sano juicio, puede defender que la prostitución o mal llamada “industria del sexo” sea una profesión.

Es muy sorprendente y contradictorio que una organización que dice defender los Derechos Humanos pretenda “legalizar” la esclavitud.

Los derechos y dignidades de las mujeres sólo pueden ser defendidos desde la más contundente oposición a todo tipo de recorte de las libertades de las mujeres. Es por ello que el Movimiento Democrático de Mujeres siempre ha enarbolado la bandera de la abolición de la prostitución para alcanzar la meta irrenunciable y necesaria de la completa igualdad entre hombres y mujeres porque la prostitución significa mercantilización del cuerpo de la mujer, cotización en la Seguridad Social y suma de la riqueza de un país en su PIB, tal y como preconiza el PP, la U.E y otros organismos financieros y políticos internacionales al servicio del sistema capitalista, neoliberal, machista y heteropatriarcal.

El MDM ve síntomas totalmente retrógrados y trasnochados en la iniciativa de Amnistía Internacional, si bien este tipo de campañas encajan en la línea general de cercenar los derechos de las mujeres, que estamos sufriendo una oleada de ataques a través de este tipo de campañas (a simple vista envueltas en celofán “progresista”).

Necesitamos unidad de organizaciones sociales, sindicales y políticas para alcanzar la igualdad. Necesitamos reivindicaciones serias que busquen la igualdad entre hombres y mujeres. Necesitamos tener clara la idea de Derechos Humanos para conseguir la ansiada libertad de mujeres y hombres. No sirve la equidistancia entre prostituidores y mujeres prostituidas para regularizar esta esclavitud.

jueves, 20 de agosto de 2015

¿Ha perdido el norte Amnistía Internacional?

Amnistía Internacional (AI) es una de las organizaciones de derechos humanos más importantes del mundo. Sus declaraciones modelan la opinión pública, mientras que los Estados se sienten obligados si no a tenerle en cuenta, cuando menos a responderle. Un movimiento a favor de la justicia que aspire a llegar a un público amplio y a influir en la política de Estado no se puede permitir ignorar a AI si esta se equivoca o cuando lo hace. Esta monografía considera que AI ha perdido verdaderamente el norte y su objetivo es documentarlo con la esperanza de que AI haga una corrección o de que sus miembros de base le obliguen a hacerla.


En lo últimos años AI ha publicado informes de derechos humanos meticulosamente documentados y legalmente impecables sobre el conflicto israelo-palestino, por ejemplo Operation “Cast Lead”: 22 days of death and destruction [Operación Plomo Fundido: 22 días de muerte y destrucción], una virulenta crítica del ataque de Israel a Gaza en 2008-9. Pero este no ha sido siempre el caso. Durante muchas décadas esta venerable organización de derechos humanos dio de hecho carta blanca a Israel para su práctica generalizada de la tortura en los territorios palestinos ocupados.

A juzgar por sus informes publicados después del ataque israelí a Gaza en el verano de 2014, la Operación Margen Protector, AI está volviendo a sus prácticas anteriores. Para quienes han llegado a fiarse de AI y citarla como fuente de un correcto informe de derechos humanos esta evolución es inquietante y profundamente frustrante. El principal objetivo de esta monografía no es dar cuenta del aparente retroceso de AI, aunque en la conclusión se aventurarán algunas conjeturas al respecto, sino documentarlo exhaustivamente y centrarse en particular en la acusación global que hace AI a Hamas en el informe Unlawful and Deadly: Rocket and mortar attacks by Palestinian armed groups during the 2014 Gaza/Israel conflict [Ilegales y mortales: ataques con cohetes y mortero de grupos armados palestinos durante el conflicto Gaza/Israel de 2014].
Un balance falaz
El cuadro 1 presenta los datos brutos con los que empieza necesariamente una valoración desde el punto de vista de los derechos humanos de la Operación Margen Protector (en adelante OMP).
TABLE 1 Civilian Losses in Operation Protective Edge

Víctimas totales
(de las cuales son niños)
Civiles
(% del total de víctimas)
Combatientes
(% del total de víctimas)
Daños directos a infraestructuras civiles (en dólares)
Viviendas civiles destruidas /inhabitables
Israel 73 (1)
6 ** (8)
67 (92)
55.000.000 [6]
1 ***
Gaza 2.200 (550)*
1,560 (70) [7])
640 (30)
4.000.000.000 [8]
18.000 ****
* Las cifras de Gaza se han redondeado. En toda esta monografía las cifras altas se redondean en decenas, centenas o miles.
** Uno de los civiles era un trabajador inmigrante tailandés.
*** Otras 11 sufrieron algún daño.
**** Otras 38.000 sufrieron algún daño.

“Una vez más los civiles de ambas partes fueron los más castigados por la tercera guerra a plena escala en menos de seis años”, observa AI en in Unlawful and Deadly. Aunque se podría decir que esta afirmación es cierta, oculta la abismal diferencia entre la magnitud del sufrimiento infligido a los gazíes en comparación con el de los civiles israelíes. Resulta difícil encontrar un ejemplo más gráfico de una diferencia cuantitativa que se convierte en cualitativa que el único niño israelí frente a los 550 niños gazíes asesinados y no merma el carácter sagrado de cada vida el indicar que si la muerte de un niño israelí es terrible, entonces, según el mismo cálculo, la muerte de niños en Gaza es 550 veces más terrible.

Una Misión Médica de Investigación internacional reclutada por la filial israelí de Médicos por los Derechos Humanos y formada por eminentes profesionales médicos concluía su informe sobre OMP con esta advertencia: “Sin querer minusvalorar en modo alguno los traumáticos efectos de la guerra sobre los civiles israelíes, estos palidecen en comparación con las consecuencias de la destrucción generalizada provocada a Gaza”. Incluso el Secretario General de la ONU Ban Ki-moon, que en el pasado deshonró su cargo con su apología a favor de Israel, diferenció claramente entre los ataques letales de Israel a instalaciones de la ONU durante OMP, los cuales “deplora”, y el mal uso que hizo Hamas de las instalaciones de la ONU, por el que “está consternado”. Se busca en vano un reconocimiento o matización similares por parte de AI.

En conformidad con esta imagen de imparcialidad AI transmite la impresión de que Israel y Hamas fueron igualmente culpables de haber violado las leyes de guerra. Publicó dos informes después de la guerra que documentaban los crímenes de Israel y otros dos que documentaban los crímenes de Hamas (cuatro informes en total), aunque sorprendentemente dedicó en total muchas más páginas a acusar Hamas (107) que a Israel (78)[14]. En su informe Operation “Cast Lead” AI formuló más acusaciones contra Israel (60 páginas frente a 13), con lo que la distribución del espacio relativo de este informe anterior era más acorde, aunque todavía no lo fuera totalmente, con la muerte y destrucción infligidos por cada parte

La introducción a cada uno de estos informes de postguerra sobre OMP equilibra metódicamente la distribución de la culpa. Como si esto no fuera suficientemente problemático, en Unlawful and Deadly se detalla a lo largo de más de dos páginas la muerte de cada niño israelí a consecuencia de los ataques de Hamas. Si AI hubiera buscado verdaderamente ser equilibrado, ¿acaso no debería haber dedicado 1.100 páginas a los niños gazíes asesinados? AI incluso sugiere que Hamas fue la parte más manifiestamente culpable en el conflicto. Así, la conclusión de Unlawful and Deadly deplora claramente “el flagrante desprecio por parte de Hamas del derecho humanitario internacional” mientras que uno de los informes recíprocos de AI, Families under the Rubble: Israeli attacks on inhabited homes [Familias bajo los escombros: los ataques israelíes a casas habitadas], concluye cautelosamente que la destrucción creada (18.000 viviendas gazíes fueron destruidas o quedaron inhabitables, lo que dejó a 110.000 personas sin hogar) “plantea preguntas difíciles al gobierno israelí que por el momento no ha contestado”.


Por supuesto, se puede imaginar que Hamas cometiera tantos crímenes como Israel, si no más, durante OMP, pero a primera vista sería una conclusión de lo más anómala. Tanto en términos absolutos como relativos, el grado de culpabilidad parece inclinarse fuertemente del lado israelí: Hamas mató a 73 israelíes, solo el 8% de los cuales eran civiles, mientras que Israel mató 2.200 gazíes un 70% de los cuales eran civiles; el daño causado a las infraestructuras civiles de Gaza (4.000 millones de dólares) multiplica por 70 el causado a las infraestructuras de Israel (55 millones de dólares), mientras que la proporción de viviendas civiles destruidas por Israel frente a las destruidas Hamas es de 18.000 a 1. La pregunta fascinante es cómo consigue AI convertir este balance tan enormemente desequilibrado en una acusación “ecuánime” de ambas partes en el conflicto.
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos. Extractado por La Haine
Texto completo en: http://www.lahaine.org/iha-perdido-el-norte-amnistia

lunes, 17 de agosto de 2015

“El Referendum y la desintegración de Syriza”: Entrevista a Stathis Kouvelakis, miembro del Comité Central de Syriza

El acuerdo reciente entre el gobierno de Syriza y las instituciones acreedoras de la Troika sorprendió a mucha gente de izquierda que ha seguido los acontecimientos en Grecia. El acuerdo parece indicar el final de un ciclo político. En la siguiente entrevista, publicada en inglés a comienzos de agosto, Sebastián Budgen, editor de la revista norteamericanaJacobin, conversa con Stathis Kouvelakis, miembro de la Plataforma de Izquierda y del comité central de Syriza sobre los acontecimiento más recientes en Grecia y las expectativas confirmadas o desmentidas y los próximos pasos del ala radical del partido. Kouvelakis reflexiona sobre la estrategia de la Plataforma de Izquierda, sobre si las cosas se podrían haber hecho de otra manera y sobre las perspectivas de ruptura de Syriza y recomposición general de la izquierda.


¿Cuáles fueron las causas del referéndum de julio? Muchos lo vieron como si surgiera de la nada, como un comodín que el primer ministro griego Alexis Tsipras se sacó de la manga. Pero también hay dudas sobre sus motivaciones, incluso se especula que Tsipras pensó que iba a perder.Creo que el referéndum fue claramente un intento de salir de la trampa en la que el gobierno estaba cayendo a través del proceso de negociación. En realidad era bastante obvio que durante la espiral descendente de concesiones, el gobierno y Tsipras se dieron cuenta de que lo que proponían no iba a ser suficiente para la Troika. Hacia la última semana de junio se veía claro que el acuerdo que estaba tomando forma no pasaría la prueba interna dentro de Syriza y no pasaría tampoco la prueba de la opinión pública. Los mensajes que llegaban a la dirección y a Tsipras mismo desde el interior del partido, desde mucho más allá de las filas de la Plataforma de Izquierda, indicaban que lo que se estaba conformando no era aceptable. Los últimos días de esa semana hubo también un cambio significativo de la opinión pública. La gente decía que estaban hartos de estas negociaciones interminables. Se entendía que la Troika estaba tratando de humillar al gobierno griego. Tsipras, que como político tiende a ser del tipo que juega y apuesta fuerte, pensó en el referéndum. La idea no era del todo nueva y había sido sugerida antes por otros, incluyendo Yanis Varoufakis, no como ruptura con el proceso de negociación, sino como un movimiento táctico que podría fortalecer la postura negociadora. Estoy seguro acerca de esto que digo porque conozco informes detallados de la reunión clave del gobierno la noche del 26 de junio, cuando se anunció el referéndum.Aquí hay que decir dos cosas. La primera es que Tsipras y la mayoría de las personas cercanas a él pensaban que el referéndum iba a ser un paseo. Y eso era lo que parecía antes del cierre de los bancos. La sensación general era que el referéndum se ganaría abrumadoramente, con más del 70 por ciento. Esa expectativa era bastante realista, sin el cierre de los bancos el referéndum se habría ganado con facilidad, pero la significación política del No habría sido distinta, ya que no habría existido la atmósfera de confrontación y dramatismo creada por el cierre de los bancos y la reacción de los europeos.
Lo que sucedió en esa reunión de gobierno fue que varias personas, el ala derecha del gobierno, liderada por el Viceprimer ministro Yanis Dragasakis, no estuvo de acuerdo con la convocatoria del referéndum. Dragasakis es en realidad la persona que ha estado supervisando todo el proceso de negociación del lado griego. Todos en el equipo de negociación con la excepción del nuevo ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, son del grupo de Dragasakis y él era el ministro más destacado que quería deshacerse de Varoufakis. Ese ala derecha del gobierno pensó que el referéndum era una propuesta de alto riesgo. A diferencia de Tsipras, que no era consciente de lo que se planteaba, el ala derecha se daba cuenta de que se trataba de una decisión muy polémica que daría lugar a una dura reacción de la parte europea. Lo cual se confirmó luego. También estaban asustados de la dinámica de base que pondría en marcha esa iniciativa. Desde otro sector, el líder y ministro de energía y reconstrucción productiva y miembro de la Plataforma de Izquierda, Panagiotis Lafazanis, dijo que el referéndum fue la decisión correcta, aunque tardía, pero también advirtió que equivalía a una declaración de guerra, que la otra parte cortaría la liquidez y que en cuestión de días los bancos estarían cerrados. La mayoría de los presentes pensó que eso era un chiste.Creo que esa ignorancia, esa falta de realismo sobre lo que iba a suceder, es absolutamente clave para entender la lógica de cómo ha actuado el gobierno hasta ahora. Simplemente no podían creer que los europeos reaccionarían de la manera que realmente reaccionaron. En cierto modo, como ya he dicho, el ala derecha de Syriza era mucho más lúcida.Esto explica también lo que sucedió a nivel gubernamental durante la semana del referéndum. Tsipras estaba bajo una enorme presión de Dragasakis y otros para que se suspendiera el referéndum. No lo hizo, por supuesto, pero dejó claro que sus próximos movimientos serían los que la derecha quería, y que la medida no era una ruptura con la línea que se había seguido hasta ese momento, sino una especie de movimiento táctico dentro de ese marco.
¿Y ese fue el significado del retroceso aparente del miércoles antes de la votación?
Exactamente. Ese miércoles algunas personas incluso hablaron de un golpe interno, y en Atenas circulaban rumores de que Tsipras iba a suspender el referéndum. Durante su discurso confirmó que el referéndum se haría, pero también dejó claro que el referéndum estaba pensado como herramienta para conseguir un mejor acuerdo y que no era el final de la negociación, sino sólo la continuación bajo condiciones supuestamente mejores. Y se mantuvo fiel a esa línea durante toda esa semana.
Una cosa que yo no entiendo sobre el proceso, incluso desde el punto de vista de las relaciones públicas, es que Tsipras convocó un referéndum sobre una serie de propuestas que pidió rechazar y aún en el período previo al referéndum hizo gestos hacia las instituciones acreedoras que parecían proponer medidas aún peores que las que él estaba llamando al pueblo a rechazar. La impresión era de incompetencia y caos.
He tratado de explicar las intenciones de Tsipras para responder a la pregunta sobre si él pensaba que iba a perder el referéndum, y para aclarar el significado que el referéndum tenía para él. Pero lo que está absolutamente claro es que el referéndum desató fuerzas que iban mucho más allá de las intenciones de Tsipras y del gobierno, que fueron claramente superados por el impulso desencadenado por el referéndum. Entonces hicieron todo lo posible para poner otra vez al genio en la botella. La forma en que Tsipras hizo frente a la presión de Dragasakis —por eso ese miércoles es tan importante— fue aceptar su línea y enviar esa carta infame al Eurogrupo y antes de esa carta, otra solicitando un nuevo préstamo. Eso abrió camino para lo que iba a venir la semana después del referéndum.
Pero, por otro lado, para justificar que no podía suspender el referéndum sin quedar totalmente en ridículo, tenía que dar alguna justificación de su iniciativa. Y así habla de luchar contra las medidas de austeridad incluidas en el paquete Juncker, sobre el chantaje de la Troika y el ultimátum al que había sido sometido. Y, por supuesto, la dinámica que se desarrolla desde abajo en ese momento le toma la palabra y sigue librando la batalla contra la Troika. Este es un buen ejemplo de una iniciativa que partió de arriba, como resultado de contradicciones internas, pero que terminó liberando fuerzas que iban mucho más allá de las intenciones de un líder. Me parece que esto es muy importante, porque también hay que entender que una de las mayores dificultades que Tsipras enfrenta ahora, después de la rendición del acuerdo de ayer, es la legitimidad política muy dudosa de esa iniciativa después del referéndum.
Es una completa ilusión pretender que el referéndum no tuvo lugar. El referéndum se celebró y hoy está claro tanto para la opinión pública internacional como para la sociedad griega que Tsipras está traicionando el mandato popular.
Entonces, en este gran debate, ¿es Tsipras una especie de genio maquiavélico supertáctico o más bien es un jugador que apuesta fuerte y se ve superado por los acontecimientos?
Bueno, yo creo definitivamente lo segundo, siempre que aclaremos lo siguiente: en realidad Tsipras y la dirección han estado siguiendo muy coherentemente la misma línea desde el principio. Pensaban que mediante la combinación de un enfoque “realista” en las negociaciones y una cierta firmeza retórica, obtendrían concesiones de los europeos. Pero cada vez se veían más atrapados en esa línea, y cuando se dieron cuenta de que estaban totalmente en una trampa, no tenían ninguna otra estrategia. Se negaron sistemáticamente a pensar cualquier otra estrategia, y también hicieron que fuera prácticamente imposible aplicar otro enfoque cuando todavía había tiempo.
En la entrevista de hace un par de días en la revista New Statesman, Varoufakis dice que un pequeño equipo de personas a su alrededor trabajó durante la semana previa al referéndum sobre un plan alternativo que incluía el control estatal de los bancos, la emisión de pagarés y desconexión del banco central de Grecia del Banco Central Europeo en Frankfurt, en lo que sería una especie de salida gradual. Pero eso fue claramente demasiado tarde y fue rechazada por casi todo el resto del equipo económico del gobierno, lo que en esencia significa Dragasakis. Y Tsipras, por supuesto, validó esa decisión.
Así que hay que insistir en la continuidad de la línea de Tsipras. Esa es también la razón por la que creo que la palabra “traición” no es apropiada si queremos entender lo que está sucediendo. Por supuesto, objetivamente podemos decir que ha habido una traición al mandato popular, que la gente muy legítimamente siente que han sido traicionados. Sin embargo, la noción de traición por lo general significa que en algún momento se toma una decisión con consciencia de incumplir los propios compromisos. Lo que creo que en realidad sucedió fue que Tsipras creía honestamente que él podría conseguir un resultado positivo con la presentación de un enfoque centrado en las negociaciones y mostrar buena voluntad, y esto explica también por qué dijo muchas veces que no tenía ningún plan alternativo. Pensaba que apareciendo como un “europeo leal”, sin ninguna “agenda oculta”, podría obtener algún tipo compensación. Por otro lado mostró durante algunos meses una capacidad de resistir a la presión creciente e hizo algunos movimientos impredecibles como el referéndum o el viaje a Moscú. Creía que estaba aplicando las medidas adecuadas para resolver el problema. Y lo que pasa es que al seguir persistentemente en esa línea se llega a una situación en la que quedan solamente malas opciones.
¿Y cuáles son las raíces de esa estrategia? ¿Ceguera ideológica, pura ignorancia? Lo que confunde a muchos es un gobierno compuesto sobre todo de intelectuales, personas que pasaron toda su vida estudiando la economía política del capitalismo contemporáneo, tanto en lo abstracto como en lo concreto, personas que son activistas políticos. ¿Cómo se explica lo que parece una tremenda ingenuidad acerca de sus adversarios políticos? ¿Está arraigada en un fondo de ideología o es sólo la falta de experiencia en la “alta política”?
Yo creo que tenemos que hay que distinguir dos elementos dentro del gobierno. El primero es el ala derechista del gobierno liderada por dos de los principales economistas, sobre todo Dragasakis, pero también Yorgos Stathakis. Y luego el núcleo dirigente, Tsipras y las personas de su entorno. El primer grupo tenía una línea coherente desde el principio, no había absolutamente ninguna ingenuidad de su parte. Sabían muy bien que los europeos nunca aceptarían una ruptura con el memorándum. Por esa razón Dragasakis desde el principio hizo todo lo que pudo para que no cambiara el enfoque general. Dragasakis saboteó claramente todos los intentos de Syriza tener un programa económico propio, incluso un programa que estuviera dentro del marco que había sido aprobado por la mayoría del partido. Dragasakis pensaba que lo único que podía conseguirse era una versión mejorada del memorándum. Quería tener las manos completamente libres para negociar el acuerdo con los europeos, sin aparecer él mismo en el escenario. Y tuvo éxito en el control del equipo de negociación, especialmente una vez que Varoufakis fue apartado.
En el verano de 2013 Dragasakis dio una entrevista muy interesante que creó mucho revuelo. Lo que proponía no era ni siquiera una versión aguada del programa de Syriza, sino un programa diferente que era una ligera mejora del acuerdo que Nueva Democracia había firmado en su momento.
Y luego está el otro enfoque, el de Tsipras, hecho desde una ideología de europeísmo de izquierda, que tiene su mejor ejemplo en Euclides Tsakalotos, que se considera a sí mismo un marxista firme, que viene de la tradición eurocomunista (estuvimos en la misma organización durante años). La declaración más típica de él, que captura su ideología y la perspectiva dada al gobierno por la presencia de todos los académicos, es lo que dijo en una entrevista en el web francés Mediapart en abril. Cuando se le preguntó qué le había sorprendido más desde que estaba en el gobierno, respondió que él era un académico, que su trabajo era enseñar economía en una universidad, por lo que cuando fue a Bruselas se había preparado muy en serio, que tenía todo un conjunto de argumentos y esperaba contraargumentos bien elaborados para responderle. Pero en lugar de eso, sólo tuvo que enfrentarse a personas que recitaban interminablemente normas y procedimientos. Tsakalotos declaró en la entrevista que estaba muy decepcionado por el bajo nivel de la discusión. En la entrevista para New Statesman, Varoufakis dice cosas muy similares acerca de su propia experiencia, aunque su estilo es claramente más antagonista que el de Tsakalotos.
Esto muestra bastante claramente que estas personas estaban esperando que la confrontación con la UE ocurriera como en una conferencia académica cuando vas con un trabajo bonito y esperas que los que no están de acuerdo presenten contraargumentos bien elaborados.
Todo esto dice mucho acerca de lo que la izquierda es hoy en día. La izquierda está llena de montones de personas bienintencionadas, pero totalmente impotentes en la política real. Pero también dice mucho sobre el tipo de devastación mental causado por una creencia casi religiosa en el europeísmo. Esto significa que, hasta el final, esta gente creía que podrían conseguir algo de la Troika, que pensaban que entre “socios” iban a encontrar algún tipo de compromiso, que compartían algunos valores fundamentales como el respeto al mandato democrático, o la posibilidad de una discusión racional basada en argumentos económicos.
Toda la postura de mayor confrontación de Varoufakis se resumía realmente en lo mismo, pero con un envoltorio de jerga de teoría de juegos. Lo que Varoufakis decía era que había que jugar el juego, y seguir, y seguir jugando, hasta que finalmente el contrincante tuviera que retirarse, porque supuestamente el daño que iba a soportar si no se retiraba era demasiado grande para aceptarlo.
Lo que en realidad sucedió fue parecido a una pelea donde un contrincante arriesga un dedo del pie y el otro arriesgo sus dos piernas.
Así que, ciertamente, había una falta elemental de realismo y esto está conectado directamente con el principal problema que la izquierda tiene que hacer frente hoy en día, nuestra propia impotencia.
¿Y cuál es la naturaleza ideológica de este europeísmo que describes en la facción central de la dirección de Syriza? Esas personas no son liberales ni federalistas a lo Negri, ¿no son más bien gente que se considera a sí misma marxista en la mayoría de los casos? ¿Existe una influencia de Habermas o Étienne Balibar?

Creo que, en este caso, Balibar es probablemente más relevante que Habermas. Y aquí también creo que hay que creer en lo que dice Tsakalotos en una entrevista a Paul Mason justo el día después de que las contrapropuestas muy humillantes del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, fueran recibidas.
Cuando Mason le preguntó sobre el euro, Tsakalotos dijo que la salida sería una catástrofe absoluta y que Europa reviviría los años treinta con el regreso de la lucha entre monedas nacionales y el resurgimiento de diversos nacionalismos y fascismos. Así que para quienes piensan como él hay que elegir entre dos cosas: o bien ser “europeo” y aceptar el marco existente, que representa de alguna manera objetiva un paso adelante comparado la vieja realidad de los estados-nación, o ser “antieuropeo”, lo que sería equiparable con volver a caer en el nacionalismo, un movimiento regresivo reaccionario. Esta es una forma débil de legitimar la Unión Europea, que se ve como no ideal, pero mejor que cualquier otra cosa posible.
Aquí puede verse claramente qué ideología está detrás. No se suscribe positivamente el proyecto y se tienen serias dudas sobre la orientación neoliberal y la estructuración de arriba abajo de las instituciones europeas, pero se integra uno en sus coordenadas y no se puede imaginar nada mejor fuera de ese marco. Este es lo que significa denunciar el “Grexit”, la salida de Grecia de la EU, como si fuera un regreso a la década de 1930 o una especie de apocalípsis. Todo un síntoma del atrapamiento de la dirección en la ideología del europeísmo de izquierda.
¿Es como si pareciera más fácil imaginar el fin del capitalismo que el fin de la Unión Europea, o incluso del euro?
Exactamente, eso escribí hace unos años.
Y sin embargo, esta actitud amistosa hacia la Unión Europea es incompatible con la propia opinión de Nicos Poulantzas, a pesar de algunos intelectuales que utilizan a Poulantzas para defender la posición de la dirección.
Sí, Poulantzas habló de la integración europea en la primera parte de su libro sobre las clases sociales en el capitalismo contemporáneo, en el que analiza los procesos de internacionalización del capital. Y allí consideró a la Comunidad Económica Europea como un ejemplo de una forma imperialista de internacionalización de la Europa del capital en el marco de lo que él consideraba la nueva hegemonía estructural de posguerra de los Estados Unidos.
Hablemos del referéndum otra vez. El referéndum ocurrió en un contexto de crisis de liquidez, con los bancos cerrados, los medios de comunicación lanzando una campaña de histeria y los demás partidos propugnando el “sí”. Entonces algo debió suceder para provocar una reacción contraria de enorme escala del pueblo griego. ¿Fue un impulso de orgullo nacional, fue principalmente una cuestión de clase, o fueron, como especulan Paul Mason y otros, los recuerdos de la guerra civil? ¿Cuáles son las principales causas del “no”?
De todos los factores mencionados, lo menos relevante es la Guerra Civil. Hay que ver que el No ganó en zonas de derecha, muy tradicionales, como Laconia, cerca de Esparta, Mesenia y otras áreas del centro de Grecia como Evrytania donde la derecha domina. El “no” fue mayoría en todos los distritos de Grecia. La dimensión de clase fue sin duda el más importante de los tres factores mencionados, que repasaré por orden de importancia. Incluso comentaristas de los medios de comunicación principales reconocieron que esta fue la votación más polarizada por clases de la toda la historia griega. En los barrios obreros el no obtuvo el 70 por ciento o más mientras que en los distritos de clase alta el sí fue el 70 por ciento o más.
La reacción histérica de las fuerzas dominantes y la situación dramática creada por el cierre de los bancos y el límite a las retiradas de efectivo creó dentro de las clases populares una identificación muy fácil con la idea de que el campo del “Sí” representaba todo lo que ellos odiaban. El que el campo del Sí movilizara a todos esos políticos detestados, supuestos expertos, líderes empresariales y famosos televisivos para su campaña sólo ayudó a inflamar esa reacción de clase.
El segundo factor que es igual de impresionante es la radicalización de la juventud. Este es el primer momento desde que comenzó la crisis en que los jóvenes toman una postura unificada. El 85 por ciento de los jóvenes de 18 a 24 años votó “no”, lo que muestra que esta generación que ha sido completamente sacrificada por el memorándum, es muy consciente del futuro que tiene por delante y tiene una actitud clara en lo que respecta a Europa. El diario francés Le Monde sacó un reportaje en el que se preguntaba a esos jóvenes, que se habían criado con el euro, con los programas Erasmus, y con la Unión Europea, cómo es que estaban volviéndose contra ella. La respuesta de los entrevistados era sencilla: hemos visto qué es Europa, y Europa significa austeridad, Europa significa chantaje a los gobiernos democráticos, Europa significa la destrucción de nuestro futuro. Eso también explica las manifestaciones masivas y combativas de esa semana, especialmente el viernes 3 de julio en Atenas y otras ciudades importantes de Grecia.
La tercera dimensión es sin duda la de orgullo nacional. Esto explica por qué fuera de los grandes centros urbanos, donde las líneas de clase son más borrosa, en la Grecia de la campiña y las pequeñas ciudades, el “no” también obtuvo mayoría. Fue un “no” a la Troika, fue un “no” a Juncker. Incluso para quienes son escépticos del gobierno y no se identifican con Syriza o Tsipras vieron que se trataba de humillar a un gobierno electo y mantener al país sometido a la Troika.
Tú hiciste una gira por centros de trabajo para hacer campaña por el No. ¿Puedes hablar un poco de eso y de cómo te recibieron?
Por supuesto, fue una experiencia única. Las situaciones eran muy distintas, por ejemplo la situación era dura en la empresa de ferrocarriles, que ya ha sido desmantelada en gran parte y que va a ser privatizada. Y los trabajadores sabían que el gobierno Syriza ya había aceptado la privatización de los ferrocarriles, se había anunciado en la primera lista de reformas anunciadas por Varoufakis después del acuerdo de 20 de febrero.
Pero a pesar de las situaciones diferentes, en todas partes la discusión fue en torno a dos cuestiones diferentes: ¿por qué el gobierno ha hecho tan poco hasta ahora, ¿por qué ha sido tan tímido? Y también, ¿qué vais a hacer después de la victoria del No? Para la gente era evidente que el No iba a ganar, porque la campaña del Sí era invisible en los lugares de trabajo y entre la clase trabajadora en general, así que no había ninguna duda sobre cuál sería el resultado. Pero había una enorme ansiedad acerca de lo que pasaría después de la victoria. Así que las preguntas eran: ¿Cuáles son vuestros planes? ¿Qué van a hacer? ¿Por qué todavía hablan de negociaciones cuando en cinco meses y medio se ha visto que eso no conduce a nada?
Yo estaba en una situación muy embarazosa, porque, en mi papel como portavoz de Syriza y miembro del comité central, no podía dar respuestas convincentes a todo esto.
El No, por supuesto, ganó masivamente. ¿Te sorprendió la magnitud de la victoria?
Sí, yo no esperaba que el No alcanzara el 60 por ciento. En la dirección de Syriza, solamente Lafazanis había previsto ese resultado y muy pocos, incluso en la Plataforma de Izquierda, estábamos de acuerdo con él. La mayoría esperaba algo así como 55 por ciento.
El primer impacto inmediato de esta enorme victoria del “no” fue aumentar la desintegración de los partidos de la oposición.
En la misma noche del resultado, los partidos de la oposición estaban derrotados y de lejos fue la derrota más dura del campo pro-austeridad desde el inicio de la crisis. Fue una derrota mucho más clara y más profunda que las elecciones de enero, debido a que se habían reagrupado y habían movilizado todas sus fuerzas, a pesar de lo cual sufrieron una derrota desastrosa. No ganaron ni en un solo distrito de Grecia. El líder de Nueva Democracia, el ex primer ministro Antonis Samaras, renunció casi de inmediato. Y fue entonces, sólo unas horas después, cuando todo este campo del Sí fue resucitado y legitimado por el propio Tsipras cuando convocó un “consejo de líderes políticos”, bajo la presidencia del Presidente de la República, un partidario a las claras del Sí, que había sido nombrado por la mayoría de Syriza en el Parlamento el pasado febrero. En esa reunión aconteció algo extraordinario, cuando el jefe del campo victorioso aceptó las condiciones del campo derrotado. Esto, hay que decirlo, es algo único en la historia de la política. No tiene precedentes.
El gobierno tal vez se sorprendió por la fuerza del “no” y la naturaleza de clase de la votación debe haberla entendido también, pero su interpretación ¿no fue simplemente confirmar los planes iniciales? ¿No se pensó que algo más profundo estaba ocurriendo?

La verdad es que no puedo hablar de cómo han interpretado el referéndum, porque todo ha quedado sepultado por las llamadas negociaciones, que son sólo un chiste, por supuesto. Creo que la mejor descripción de esas negociaciones fue la del corresponsal de The Guardian en Bruselas, Ian Traynor, que escribió que un funcionario de la UE las llamó “ejercicios mentales de tortura acuática.” Lo que está claro, sin embargo, es que el gobierno de inmediato tomó la iniciativa para desactivar la dinámica que estaba surgiendo con el referéndum. Y esta es la razón por la que horas después del anuncio del recuento final tenía lugar esa reunión de todos los líderes políticos que fijaba una agenda totalmente diferente a la expresada por el voto “no”.
El contenido de ese nuevo programa es que, pase lo que pase, como, por supuesto, ya se había indicado en los declaraciones inspiradas por Dragasakis la semana anterior, Grecia tenía que permanecer en la eurozona. Y el punto más enfático de la declaración conjunta firmada por todos los líderes políticos, con la excepción del Partido Comunista Griego (KKE), que se negó a firmar, y los nazis, que no fueron invitados a la reunión, fue que este referéndum no era un mandato para romper, sino un mandato para una mejor negociación. A partir de ahí la pifia estaba hecha.
¿Hay pruebas de que la gente estaba cambiando de posición sobre la cuestión de la eurozona durante el periodo del referéndum?
Por supuesto que estaba cambiando. El argumento que se repetía constantemente en los medios de comunicación, que remachaban los líderes políticos del campo Sí, y también los líderes europeos que claramente interfirieron en el referéndum de la manera más descarada durante esa semana, era que votar No era votar contra el euro. Así que es completamente irracional decir que las personas que votaron “No” no estaban al menos asumiendo algún riesgo de una posible salida del euro si esa era la condición para decir “no” a las nuevas medidas de austeridad.
También hay que decir que lo que ocurrió durante esa semana fue un proceso de radicalización de la opinión pública. Se podía sentir y notar en las calles, en los lugares de trabajo, en todos los espacios públicos. En todas partes, la gente estaba hablando sobre el referéndum, así que fue muy fácil percibir el estado de ánimo popular. No estoy sugiriendo que fuera algo homogéneo. Mucha gente decía que votar “no” era en realidad darle al gobierno otra carta para las negociaciones, eso es cierto. Pero también hay que entender que el carácter masivo del “no” significa que las personas, en especial los asalariados, los jóvenes y las capas medias empobrecidas, tenían la sensación de que no tenían nada que perder y estaban dispuestos a arriesgarse y dar una batalla. El espíritu combativo de los mítines del viernes era indicio de esto. Fue bastante impresionante. Personalmente, no he visto nada como eso en Grecia desde los años setenta.
Hablemos de la votación del 11 de julio en el Parlamento sobre las propuestas enviadas por el gobierno griego para el Eurogrupo. En ese momento fue cuando quedó claro que el gobierno había aceptado la perspectiva de un nuevo plan de austeridad. Esas propuestas fueron aprobadas por 251 diputados de 300, con los partidos pro-austeridad respaldándolas masivamente.
Una de las condiciones planteadas por las instituciones acreedoras era que las propuestas del gobierno griego tenían que ser aprobadas por el parlamento, a sabiendas de que esto no tiene sentido. Hablando estrictamente no es ni siquiera constitucional, ya que el Parlamento sólo puede votar proyectos de ley o acuerdos internacionales, no puede votar un simple documento que es la base para negociar y se puede cambiar durante la negociación en cualquier momento. Pero esa votación fue un movimiento simbólico que dio carta blanca al gobierno para negociar a partir de una base reducida drásticamente. Las propuestas del gobierno eran sólo una versión ligeramente reducida de la propuesta de Juncker que fue rechazada en el referéndum. Así que en realidad lo que el gobierno estaba pidiendo era la aprobación de su giro de 180 grados durante esa semana.
Pero la imagen del grupo parlamentario de Syriza parece más compleja. Hablemos de la diferenciación dentro de Syriza y la posición de la Plataforma de Izquierda.
La posición de la Plataforma de Izquierda se debatió mucho internamente, especialmente en el componente principal de la Plataforma que es la Corriente de Izquierda liderada por Panagiotis Lafazanis. La opinión mayoritaria era que debíamos votar diferente en esa momento, lo que significó que algunos tuvieron que votar “presente” en la votación, lo que equivale prácticamente a un “no”, aunque quizás con menor significado simbólico.
¿Por qué es lo mismo que un “no”?
Porque no cambia la mayoría necesaria que una propuesta necesita para ser aprobada. En cualquier caso, se necesitan 151 votos para su aprobación.
Otra parte del grupo votó a favor de las propuestas a la vez que declaró dos cosas, primero que se encontraba en una posición de solidaridad política con los que las rechazaron, con quienes votaban “presente” en este caso, que no aceptan este acuerdo, y que no iban a votar por un acuerdo que contiene medidas de austeridad. Y tal vez lo segundo es más importante. El razonamiento es que la práctica constitucional de Grecia exige que en cada proyecto de ley el gobierno tiene que demostrar que tiene una mayoría procedente de sus propias filas, desde el propio partido o de la coalición, que es el caso aquí si tomamos en cuenta al partido de los Independientes Griegos, que está en el gobierno en coalición con Syriza. Y, de hecho, el gobierno perdió el control de su propia mayoría.
Aunque no es legalmente vinculante, en la historia constitucional de Grecia cuando un gobierno pierde el control de su mayoría, el famoso dedilomeni (“mayoría declarada”), tiene que convocar elecciones. Por ello la discusión de nuevas elecciones comenzó de inmediato y las elecciones ya se han anunciado, ahora es sólo cuestión de cuándo van a tener lugar.
Así vemos que esta línea, con la que yo personalmente no estaba de acuerdo (yo estaba a favor de un “no”, o un voto “presente” homogéneo) realmente fracasó. Porque en realidad con los siete votos de diputados de la Plataforma de Izquierda que votaron “presente” además de algunos diputados de Syriza que también votaron “presente” (como Zoe Konstantopoulou, la presidente del parlamento, y Rachel Makri, ex diputada de los Independientes Griegos que ahora cercana a esas posiciones), el gobierno ya había perdido su propia mayoría.
Sin embargo, ahora una cosa está definida: todos los diputados de la Plataforma de Izquierda rechazarán el nuevo memorando en la próxima votación, eso ya se ha anunciado. Pero tengo que añadir que los dos diputados de la Plataforma de Izquierda que no son miembros de la Corriente de Izquierda, sino cercanos a la Red Roja (y la Izquierda Internacionalista Obrera y otros), el componente trotskista de la plataforma, votaron “no”, y fueron los dos únicos diputados de Syriza que votaron “no” al nuevo acuerdo.
¿Lo que dices es entonces que la Plataforma de Izquierda tomó esa posición complicada, por lo menos complicada vista desde fuera de la Asamblea Nacional, porque había calculado mal lo impopular que sería la propuesta de Tsipras? ¿Se había subestimado en qué medida la propuesta iba a suscitar oposición fuera de las filas de la Plataforma? Quizá imaginaban que eran Los últimos mohicanos y que si votaban “no” iban a echar abajo el gobierno y provocar nuevas elecciones, cuando en realidad había una crisis más amplia en curso que no habían tenido en cuenta en sus cálculos y en la que participaba incluso la Presidenta del parlamento. ¿Quizá se dejaron llevar por un cierto legitimismo?
Yo diría que era esencialmente legitimismo, era demostrar que su intención no era derrocar el gobierno de ninguna manera, sino expresar su desacuerdo con sus acciones, advertir que se estaba a punto de cruzar la línea roja. Así se trataba de expresar la ilegitimidad de la decisión de Tsipras en ese momento, optando por una ruptura clara.
Tengo que añadir que los dos ministros más destacados de la Plataforma de Izquierda, Lafazanis y el viceministro de asuntos sociales, Dimitris Stratoulis, votaron “no” para que no hubiera duda de su postura. Lafazanis también emitió un comunicado diciendo que, si bien esa era la posición política de la Plataforma, no estaban tratando de derrocar al gobierno.
¿Pero crees que las capas recién radicalizados de la clase trabajadora griega que acababa de ganar un referéndum entendían lo que estaba pasando?
Bueno, entendían que el gobierno había perdido el control de su propia mayoría. Los medios de comunicación hicieron el trabajo, centrándose en Lafazanis, dando noticia detallada de los que votaron “no”, “presente”, “ausente”, etc. Hay que añadir que entre los ausentes estuvieron los cuatro diputados de la corriente maoísta (KOE) y el propio Yanis Varoufakis, quien supuestamente tenía “obligaciones familiares”. Así que los medios hicieron el trabajo por nosotros, y todo el mundo se dio cuenta de que había una división dentro del grupo parlamentario de Syriza.
De inmediato, los elementos más derechistas de Syriza exigieron que los que habían estado en desacuerdo de una manera u otra dimitieran inmediatamente de sus cargos, incluyendo sus escaños parlamentarios. Así que fue muy claro que Syriza estaba fracturada, aunque por supuesto las tácticas no estaban claras.
El voto más simbólico y crucial sucederá ahora. La votación de la semana pasada fue sobre las propuestas de negociación. La próxima votación, que determinará el futuro de Syriza y el país, será la votación del acuerdo firmado el domingo. Y la información que tengo hasta ahora es que el voto será absolutamente claro y en la memoria popular habrá un verdadero paralelismo con los famosos votos de mayo de 2010 y febrero de 2012 votos, cuando todo el mundo estaba mirando a cada diputado, para ver cómo votaba en esa ocasión.
¿Qué opinas del argumento de gente como Alex Callinicos, con quien debatiste hace unos días, y que decía que en este momento la Plataforma de Izquierda tenía la legitimidad del referéndum y de alguna manera perdió el balón y no metió gol en esa oportunidad?
Creo que es demasiado pronto para decir si hemos perdido o no. Las cosas no se deciden en un solo momento, al menos no en ese momento. Es un proceso que se está desarrollando y creo que el verdadero shock para la sociedad en conjunto vendrá con el nuevo acuerdo firmado.
En esta etapa, lo que puedo decir es que la decisión de la Plataforma de Izquierda es recuperar el partido y exigir un congreso del partido. Creo que está bastante claro que el cambio de dirección de la política de Syriza tiene sólo un apoyo minoritario dentro del partido. Por supuesto, todos sabemos que las manipulaciones burocráticas de los procedimientos partidistas son inacabables y la burocracia tiene infinita capacidad para innovar. Sin embargo, me cuesta pensar que la mayoría de Syriza pudiera aprobar lo que se ha hecho. Claramente, la dirección resistirá ferozmente la convocatoria de un congreso. Veremos qué pasa, porque los estatutos nos permiten llamar a una reunión del comité central y así sucesivamente.
Pero objetivamente, el proceso que conduce a la desintegración de Syriza ya ha comenzado. Syriza, tal como la conocíamos, ya se acabó y la escisión es absolutamente inevitable. El único problema ahora es cómo va a suceder y qué forma va a tomar.
Sin embargo lo que también es probable que suceda es una reconformación drástica de la mayoría gubernamental, hacia alguna forma de gobierno de “unidad nacional” o de “gran coalición”. Toda la lógica de la situación apunta a eso.
Los cuatro ministros de la Plataforma de Izquierda dejarán el gabinete esta semana y la votación de mañana en el Parlamento sobre el acuerdo validará la existencia de una nueva mayoría pro-austeridad, reagrupará la mayoría de los diputados de Syriza y todas las demás partes, con la excepción del KKE y los nazis. Se espera que hasta cuarenta diputados de Syriza rechazarán el acuerdo y podrían sumarse también algunos diputados de los Independientes Griegos. El líder del partido To Potami (El Río) ya se comporta como si fuera a ser muy pronto ministro y la derecha discute abiertamente la posibilidad de unirse al gobierno, aunque la decisión no ha sido tomada aún.
Lo que describes parece una Plataforma de Izquierda actuando como un bloque disciplinado. Pero, ¿no está fraccionada internamente? ¿La votación no fue una manifestación de esa fractura o solo una maniobra táctica?
Tuvimos algunas pérdidas individuales, pero fueron bastante limitadas y hemos tenido éxito en la preservación de la coherencia de la Plataforma. Claramente, creo que fue un error no haber presentado nuestro plan alternativo antes, pero ahora se ha presentado un documento en la reunión plenaria del grupo parlamentario como declaración común de la Plataforma de Izquierda, con la participación de los dos componentes de la Corriente de Izquierda y la Red Roja. Es absolutamente crucial mantener la coherencia entre esos dos componentes. Pero es aún más importante, en realidad, que la izquierda de Syriza opere manteniendo la cohesión.
Hay todo tipo de iniciativas por fuera de las filas de la Plataforma como reacciones a lo que está sucediendo. Sabemos que la llamada tendencia de los Cincuenta y Tres (el ala izquierda de la mayoría) se ha desintegrado y habrá importantes reajustes en ese lado. La clave es que actuemos como la representación legítima del campo del No, el campo antiausteridad, que es la mayoría de la sociedad griega que ha sido traicionada por lo que está sucediendo.
Y, constitucionalmente, ¿la dirección está en posición para purgar el partido?
Indudablemente está en posición de purgar el gobierno y eso es una buena cosa. Por supuesto, eso significa que los ministros de la Plataforma de Izquierda pronto serán expulsados ​​ del gobierno. Sobre el partido, ya veremos.
Pero ¿existen mecanismos que podrían utilizar?
Es muy difícil expulsar a alguien del partido, pero vamos a ver cómo se manipulan los procedimientos a nivel de comité central.
¿Y se puede obligar a los diputados a renunciar a sus escaños?
No, no se puede. Es totalmente imposible. Hay una especie de carta adoptada por los candidatos electos de Syriza que dice que deben renunciar a su escaño si no están de acuerdo con las decisiones de la mayoría. Pero las decisiones del gobierno no han sido aprobadas por ninguna instancia del partido. El comité central del partido, que es el único órgano elegido por el congreso del partido, no ha sido convocado desde hace meses. Así que la legitimidad de las decisiones dentro del partido, y por supuesto dentro de la sociedad griega, es simplemente inexistente.
Pero, si hay nuevas elecciones, la dirección del partido puede excluir a ciertas personas, ¿no?
Eso es lo que pretende. Incluso se habló de eso antes del referéndum, durante la última fase del proceso de negociación, cuando el fracaso se estaba volviendo más y más evidente. Se decía que Tsipras debía convocar elecciones y en ellas purgar a todos los candidatos de izquierda de Syriza. Y creo que ese es el plan que sin duda tienen en mente. Así que será una carrera entre el funcionamiento legítimo del partido y la manipulación de la agenda y el calendario político, particularmente la convocatoria de nuevas elecciones.
¿Cuál es tu evaluación del acuerdo firmado la semana pasada entre el gobierno griego y el Eurogrupo?
El acuerdo es en todos los aspectos la continuación de la terapia de choque continuamente aplicada a Grecia durante los últimos cinco años. Va incluso más allá de todo lo que se ha votado hasta el momento. Incluye el paquete de austeridad constantemente promovido por la Troika durante meses, incluyendo un objetivo de un superávit primario elevado, un aumento de recaudación fiscal a través del IVA y todos los impuestos excepcionales que se han creado en estos últimos años, más recortes a las pensiones y en el sector público a los salarios porque la reforma de la escala salarial sin duda supondrá recortes a los salarios.
Hay también importantes cambios institucionales, con una agencia tributaria plenamente autónoma del control político interno, en realidad convertida en una herramienta de la Troika, y la creación de otro consejo “independiente” para supervisar la política fiscal, habilitado para introducir de forma automática cortes horizontales si no se cumplen los objetivos en términos de superávit primario.
Ahora lo que se ha añadido y lo que le da un sabor particularmente agrio a este acuerdo, es lo siguiente: en primer lugar, se confirma enfáticamente que el FMI está ahí para quedarse; en segundo lugar, las instituciones de la Troika se asentarán permanentemente en Atenas; en tercer lugar, Syriza se compromete a no aplicar dos de sus principales compromisos, el restablecimiento de la legislación laboral (había algunas vagas referencias a las mejores prácticas europeas, pero es explícito que el gobierno no puede volver a la legislación pasada) y, por supuesto, también se bloquea el aumento del salario mínimo.
El programa de privatización se amplía hasta un nivel increíble —hablamos de una privatización de 50.000 millones de euros— de forma que todos los activos públicos se venderán. No sólo eso, sino que serán transferidos todos ellos a una institución absolutamente independiente de Grecia. Se hablaba de que estaría en Luxemburgo, pero en realidad estará en Atenas aunque sin control político griego. Este es el tipo de proceso Treuhand que privatizó todos los activos de la Alemania Oriental.
Y la más fuerte de todas estas medidas es que, con la excepción del proyecto de ley sobre medidas humanitarias —que se ha reducido en gran medida respecto del programa de Syriza, esencialmente se trata de un gesto simbólico— todo el resto de los pocos proyectos de ley aprobados por el gobierno en materia de política económica y social tendrán que ser derogados.
¿Y qué pasa con todos estos temas que los liberales y los socialdemócratas utilizan para dar argumentos “políticamente correctos” a favor de la austeridad, como el presupuesto de defensa o los subsidios a la Iglesia Ortodoxa?
El acuerdo no dice nada acerca de la iglesia. Se recorta el presupuesto de defensa y hay una discusión vaga acerca de favorecer pagos de la deuda más factibles, al tiempo que se rechaza explícitamente cualquier condonación o cancelación de la deuda propiamente dicha. Esto no cambia casi nada porque la tasa de interés de la deuda griega ya es bastante baja y los reembolsos anuales se han extendido mucho a lo largo del tiempo, por lo que es muy poco lo que puede hacerse para aliviar la carga de la deuda de esa manera. Y no debemos olvidar que el acuerdo es sólo un elemento preliminar para el memorando que acompañará a un nuevo préstamo de 86.000 millones, que por supuesto lleva a otro incremento significativo de la deuda.
Así que la cláusula vaga acerca de una futura reconsideración de los términos de pago de la deuda es un elemento esencialmente retórico que permite a Tsipras decir que ahora se ha reconocido la necesidad de abordar la cuestión de la deuda. Es pura retórica, verborrea vacía.
¿Crees que fue un error del gobierno y la izquierda no haber hecho algo más acerca de la iglesia ortodoxa, el ejército y el presupuesto de defensa, dando así argumentos al otro lado?
La verdad es que eso no era una prioridad. La deuda griega se debe esencialmente a la situación económica general en el país, con un crecimiento insostenible impulsado por los préstamos de todos los años anteriores y se debe a que el Estado griego no ha gravado adecuadamente al capital y a las clases medias y altas. Ese es el núcleo del problema, no el mito de la iglesia.
Es difícil gravar la iglesia, no se puede hacer de la noche a la mañana porque los bienes propiedad de la iglesia son muy diversos, la mayor parte son empresas, o son rentas de la tierra o de bienes raíces. Así que hay un mito sobre esto, cuando en realidad si se ponen impuestos a este tipo de ingresos adecuadamente, también se grava la riqueza de la iglesia.
Entonces ¿no crees que el gobierno temiera el costo político de un enfrentamiento con los Independientes Griegos, o un conflicto más general en el país, si hubiera adoptado una línea dura con la iglesia?
Hay muchas cosas que podemos criticar a este gobierno pero sinceramente tratar de echarle la culpa a los Independientes Griegos es lo menos relevante. Incluso me atrevería a decir que los movimientos más impactantes en el ámbito de defensa o política exterior —por ejemplo, la continuación del acuerdo militar con Israel, la realización de ejercicios conjuntos en el Mediterráneo con los israelíes—son todos decisiones tomadas por personas clave de Syriza, como Dragasakis. Es bastante elocuente que Dragasakis representara al gobierno griego en la recepción ofrecida por la embajada de Israel al cumplirse los 25 años de relaciones diplomáticas normales entre Grecia e Israel.
¿Y qué dirías de estas ideas a favor de Tsipras que algunos están mencionando, por ejemplo que Tsipras ha vuelto a introducir la política en estos debates técnicos, que ha expuesto el lado feo, que ahora en la opinión pública Merkel y los otros se muestran como los monstruos que realmente son, y así sucesivamente?
Creo que bastante de eso es cierto. Un compañero me envió un mensaje diciendo que es cierto que el gobierno de Syriza ha conseguido hacer de la Unión Europea algo mucho más odiado por el pueblo griego de lo que Antarsya [una coalición extraparlamentaria de extrema izquierda] o el KKE han sido capaces de lograr en veinte años de lucha contra la retórica de la UE.
Hablemos de lo que está por venir. Hay una votación sobre el nuevo paquete de austeridad esta semana que la Plataforma de Izquierda votará en contra, un congreso urgente del partido para tratar de recuperar la mayoría con divisiones o expulsiones potenciales. ¿Entonces que? ¿Una reconstrucción de la izquierda con elementos de Antarsya?
Es pronto para hablar de esas perspectivas de futuro.
Pero las relaciones entre la Plataforma de Izquierda y Antarsya han mejorado, ¿no?
Creo que lo importante es el hecho de que la mayoría de los sectores de Antarsya realmente lucharon con un alto espíritu en la batalla del referéndum y en muchos lugares hubo comités locales en los que participaron todas las fuerzas del No, lo que significa esencialmente Syriza y esos sectores de Antarsya. Así que creo que hay una posibilidad política que necesita explorarse.
Sin embargo, yo no soy tan optimista sobre Antarsya como tal, porque creo que el pegamento que mantiene toda esa coalición en conjunto sigue siendo ultraizquierdismo típico. Ya se puede ver que lo que dicen de esta derrota es que han sido reivindicados, que este es el fracaso de todos los reformismos de izquierda y que lo que necesitamos es un partido revolucionario adecuado y que, por supuesto, ellos son la vanguardia que constituye el núcleo de ese partido y van a continuar por ese camino. Así que creo probablemente habrá alguna recomposición, pero creo que será a una escala limitada.
¿Y quizás alguna actividad en los movimientos sociales? ¿Se habla de una huelga general en el sector público?
Ese es un factor decisivo aún desconocido. ¿Cuál es la situación general ahora? Tenemos un nuevo memorando y una reconfiguración de la mayoría parlamentaria que está detrás de este nuevo memorando que será simbólicamente validado por un voto próximo en el que la mayoría de los diputados de Syriza votarán una vez más con los partidos pro-austeridad el nuevo memorando. Así que una vez más hay una brecha entre la representación política del país y el pueblo. La contradicción está por resolverse.
Es evidente también que el campo está abierto para los nazis, que sin duda tratarán de hacer el mejor uso de la situación. Ya han votado en contra de la propuesta griega, seguro que votarán en contra del nuevo memorando, que llamarán una nueva traición. La cuestión clave es cuál será el nivel de movilización social contra el maremoto que caerá ahora sobre los trabajadores y por supuesto la urgencia absoluta de reconstituir una izquierda combativa contra la austeridad. Esa es la tarea principal del momento.

Sabemos que tenemos elementos para reconstruir la izquierda, sabemos que la gran responsabilidad recae sobre la izquierda de Syriza, en el sentido amplio del término. En el sentido más estricto del término la responsabilidad más pesada recae sobre la Plataforma de Izquierda, porque es la parte más estructurada, coherente y políticamente lúcida de ese espectro de fuerzas. Esa será la prueba de los próximos meses.
Demos un paso atrás para mirar todo el proceso, volviendo al momento de tu primera entrevista en Jacobin [en enero de este año]. ¿Cómo evalúas la estrategia de la Plataforma de Izquierda trabajando dentro del gobierno y dentro de los movimientos sociales a la vez?
En primer lugar veamos el panorama general. Lo que dije en aquella entrevista es que sólo hay dos posibilidades en la situación griega, la confrontación o la capitulación. Tuvimos capitulación, pero también tuvimos momentos de confrontación que fueron muy mal dirigidos por parte del gobierno. Esa fue la verdadera prueba.
Es evidente que la estrategia basada en que “el euro es bueno” y en el “europeísmo de izquierda” ha fracasado. Mucha gente lo ha visto. El proceso del referéndum lo dejó claro y la prueba llegó hasta el límite. Fue una lección dura, pero necesaria.
La segunda hipótesis que formulé [en enero] era que se necesitan éxitos políticos, incluso en el plano electoral, para desencadenar nuevos ciclos de movilización. Creo que esto también resultó ser cierto, en dos momentos cruciales. El primero fue en las tres primeras semanas después de la elección, cuando el estado de ánimo era muy combativo, de confrontación, y la moral estaba muy alta. Eso terminó con el acuerdo del 20 de febrero y, desde ese momento, se volvió a la pasividad, la ansiedad y la incertidumbre acerca de lo que estaba pasando. El segundo momento fue el referéndum, por supuesto. Vimos entonces cómo una iniciativa política que abre un proceso de confrontación libera fuerzas y actúa como un catalizador para los procesos de radicalización de la sociedad en general. Esta es otra lección que hemos de aprender.
Sobre la relación de los movimientos sociales y la Plataforma de Izquierda, no se ha probado la hipótesis de que iniciativas gubernamentales específicas pudieran abrir espacios concretos para la movilización popular. El récord del gobierno ha sido nulo en ese aspecto, nunca hubo ese tipo de medidas. Y lo que ahora tenemos enfrente es algo mucho más familiar, una movilización contra las políticas de un gobierno reconvertido a la austeridad extrema.
En términos generales, Syriza no puso en marcha casi nada de su programa electoral. Lo mejor que los ministros de la Plataforma de Izquierda han podido hacer ha sido bloquear algunos procesos, en particular la privatización del sector energético que ya se había iniciado. Ganaron un poco de tiempo, pero eso fue todo. Lo que también vimos claramente en ese período es que el gobierno, los líderes, se hicieron totalmente autónomos con respecto al partido. Ese proceso ya había comenzado, hablamos de ello en otra entrevista, pero ahora ha llegado a su culminación. También contribuyó a ello el que todo este proceso de negociación provocó la pasividad y la ansiedad entre las personas y los sectores más combativos de la sociedad, lo que lleva al agotamiento. Antes del referéndum el ambiente era claramente de “No podemos seguir soportando esta tortura, esto tiene que acabar”. Esto es algo que personalmente no había previsto. Pensé que el proceso sería más rápido. No había previsto ese atrapamiento en un punto muerto que durara tanto tiempo, limitando enormemente nuestro propio espacio para la iniciativa.
Este es el momento, por supuesto, de la autocrítica inevitable, que sólo está empezando. Claramente, la Plataforma de Izquierda podría haber hecho más en todo este período, en términos de presentación de propuestas alternativas. El error queda claro porque el documento alternativo estaba allí, sólo había vacilación interna sobre el momento adecuado para difundirlo.
Fuimos neutralizados y desconcertados por la secuencia de interminables negociaciones y momentos dramáticos y cuando ya era demasiado tarde, en la reunión plenaria del grupo parlamentario, se presentó finalmente una versión reducida de nuestra propuesta. Esto, claramente, lo deberíamos haber hecho antes.
¿Y qué opinas de las críticas a las declaraciones de Costas Lapavitsas en el sentido de que Grecia no estaba preparada para el “Grexit” y por lo tanto, de alguna manera, ya no había manera de salir? La idea tiene el problema de que aunque es cierto que no se habían hecho preparativos para salir del euro, lo que se hace es una especie de autoconfirmación, ya que quienes proponen el Grexit nunca podrían hacer los preparativos.
Creo que la declaración de Costas se ha malinterpretado. En primer lugar Costas es uno de los cinco firmantes del documento propuesto por la Plataforma de Izquierda que deja claro que una alternativa es posible, incluso ahora, de inmediato. Lo que Costas quiso resaltar en la declaración que hizo a puerta cerrada en el grupo parlamentario es que la salida del euro tendría que estar preparada en los aspectos prácticos, pero que había una decisión política de no preparar nada y así eliminar cualquier posibilidad de una alternativa en el momento más crítico. Esa estrategia de quemar las naves fue usada sistemáticamente por el gobierno. Y creo que era la obsesión particular de Yanis Dragasakis, que hizo imposible cualquier acción que acercara el control público de los bancos. Él es el hombre de confianza de los banqueros y de las grandes empresas en Grecia y desde que Syriza tomó el poder ha sido quien ha asegurado que el núcleo del sistema se mantendría sin cambios.
Lo que ocurrió entonces es que se pusieron sobre la mesa preparativos iniciales para salir del euro y fueron rechazados, ¿es así?
No exactamente. En las reuniones del gabinete restringido, el llamado consejo de gobierno, que incluye sólo los diez ministros principales, Varoufakis había mencionado en la primavera la necesidad de considerar el Grexit como una posibilidad, y prepararse para ella. Creo que se elaboró algo sobre una moneda paralela, pero todo quedé bastante vago y mal preparado.
Como ya expliqué, en su entrevista en New Statesman, Varoufakis dice que se preparó un plan alternativo durante la convocatoria del referéndum. Pero eso es también una confesión sobre lo tardío que fue todo eso.
¿Aparte de la cuestión del ritmo y la desmoralización, qué dirías ahora que no pudiste entender en su momento, o que entendiste mal, y que entiendes mejor ahora?
He repasado en mi cabeza muchas veces los últimos años tratando de entender los momentos de bifurcación. Y me parece que el momento decisivo de la bifurcación de la situación griega fue el período que siguió a las movilizaciones populares del otoño de 2011 y antes de las elecciones de la primavera de 2012. Yo estaba entonces muy involucrado con Costas Lapavitsas y otros camaradas, incluyendo la dirección de la Plataforma de Izquierda, en las iniciativas para constituir un proyecto común de todos los antieuropeístas de izquierda.
Las discusiones avanzaron mucho, porque había incluso un documento elaborado por Panagiotis Lafazanis y luego modificados por otros participantes en estas discusiones. La idea era abrir un espacio de debates y acciones comunes entre la Plataforma de Izquierda de Syriza, ciertos sectores de Antarsya, y algunas campañas y movimientos sociales.
Esa iniciativa no llegó a puerto porque fue rechazada categóricamente, en la fase final, por la dirección del componente principal de Antarsya, la Corriente Nueva Izquierda, que demostró ser incapaz de comprender la dinámica de la situación y que había que cambiar de alguna manera la configuración de fuerzas y el modo de intervención en la izquierda.
Una vez que esa posibilidad quedó cerrada, lo único posible era lo que finalmente se dio. Las fuerzas de la izquierda radical fueron puestas a prueba y de alguna manera solo Syriza fue capaz de aprovechar el impulso y dar expresión política a la necesidad de una alternativa. Vistas las cosas desde hoy, podría pensarse que algunos sectores de la izquierda griega menos ligados a la política partidista podrían haber ido hacia una iniciativa tipo Podemos, o siendo más realistas, tipo CUP catalán, quizá con sectores de la extrema izquierda, pero de carácter más ligado a los movimientos. Pero otra vez lo mismo, no había quien estuviera dispuesto a hacer eso. Todo el mundo estaba demasiado vinculado a las limitaciones de las estructuras existentes y el único intento de redistribuir las cartas no se materializó porque el peso del ultraizquierdismo tradicional resultó demasiado fuerte.
¿Hay algo que quieras agregar?
Sí, quiero añadir una reflexión general sobre lo que significa resultar vindicado o derrotado en una lucha política. Creo que para un marxista es necesario una especie de entendimiento historizado de esos términos. Se puede decir, por una parte, que lo que se ha estado diciendo queda vindicado porque se demostró cierto. Es la estrategia habitual del “ya lo decía yo”. Pero, si se es incapaz de darle poder concreto a esa posición, políticamente supone una derrota. Porque, si eres impotente y demuestras ser incapaz de transformar tu posición en una práctica masiva, políticamente no has resultado vindicado.
Por otra parte no todo el mundo ha sido derrotado de la misma manera y en la misma medida. Quiero hacer hincapié en eso. Creo que fue absolutamente crucial que se librara una batalla interna dentro de Syriza.
Quiero ser muy claro acerca de esto. ¿Cuál era la otra opción? Después de haber pasado la prueba de ese período decisivo, tanto el KKE como Antarsya han demostrado, de maneras muy diferentes, claro, hasta qué punto son irrelevantes. Para nosotros, la única opción alternativa habría sido romper antes con la dirección de Syriza. Sin embargo, dada la dinámica de la situación tras la bifurcación crucial de finales de 2011 a principios de 2012, habríamos quedado marginados inmediatamente.
El único resultado concreto que puedo ver hubiera sido añadir un par de grupos a los diez o doce que ya constituyen Antarsya y que Antarsya llegara al 1% en vez del 0,7% actual. Eso hubiera significado que Syriza habría sido ofrecida en bandeja a Tsipras y a la mayoría, o al menos a las fuerzas no pertenecientes a la Plataforma de Izquierda.
En la sociedad griega hoy está claro que la única oposición visible de izquierda a lo que está haciendo el gobierno es el KKE. Eso no se puede negar, pero políticamente el KKE es totalmente irrelevante. No hemos hablado sobre el papel del KKE en el referéndum, pero fue una caricatura absoluta de su propia irrelevancia. Llamaron a votar con una papeleta especial que el mismo KKE había preparado, con un “doble no” (a la Unión Europea y al gobierno). Estas papeletas por supuesto no eran válidas y toda la operación terminó en un fiasco. Los dirigentes del KKE no fueron seguidos ni por sus propios votantes, alrededor de 1% de los votantes en general, quizá incluso menos, utilizó esas papeletas nulas.
Y, por otra parte, está la Plataforma de Izquierda. Para Tsipras la espina principal es Lafazanis y la Plataforma de Izquierda. El pueblo griego lo sabe y los medios de comunicación lo repiten constantemente. Y también se puede añadir Zoe Kostantopoulou. Creo que eso es lo que hemos ganado de esa situación. Tenemos una base de partida para iniciar un nuevo ciclo, una fuerza que ha estado a la vanguardia de esta batalla política y lleva consigo esta experiencia sin precedentes. Todo el mundo entiende que si no somos capaces de estar a la altura de la situación, lo que habrá después será un paisaje de ruinas de la izquierda. Desde ese punto de vista, que es el punto de vista de la reconstrucción de la izquierda anticapitalista, sin pretender ser la única fuerza que jugará un papel, somos conscientes de la importancia de lo que está en juego. Eso hace que sea de mucha responsabilidad lo que vayamos a hacer aquí y ahora.