Clinton pidió volver a una
política exterior con propósito, estrategia y pragmatismo, en medio de las
numerosas crisis a escala mundial que vive el mundo.
También destacó algunas de estas
opciones de política en su autobiografía, Decisiones Difíciles, y la manera en
que han contribuido a los retos que la Administración de Obama enfrenta ahora.
El capítulo sobre América Latina,
en particular la sección sobre Honduras, una de las principales fuentes de los
niños y niñas migrantes que están actualmente cruzando la frontera, ha pasado
en gran parte desapercibido.
En las cartas a Clinton y a su
sucesor John Kerry, más de 100 miembros del congreso han advertido en varias
ocasiones sobre el deterioro de la situación de seguridad en Honduras,
especialmente después del golpe militar en el 2009 que derrocó al presidente
democráticamente elegido, Manuel Zelaya.
Dana Frank, experta en Honduras,
escribió en ForeignAffairs que el Gobierno posterior al golpe “recompensó a los
partidarios del mismo con puestos altos en ministerios. Ellos abrieron la
puerta, a su vez, para el agravamiento de la violencia y la anarquía…como las
Naciones Unidas, Amnistía Internacional, la Organización de los Estados
Americanos, y Human RightsWatch han documentado…”.
La tasa de homicidios, ya la más
alta del mundo, aumentó en un 50% de 2008 a 2011; la represión política y los
asesinatos de los candidatos políticos de la oposición, organizadores campesinos,
y activistas LGBT aumentaron y continúan hasta el día de hoy. Los feminicidios
se dispararon.
La violencia e inseguridad fueron
exacerbados por un colapso institucional general. La violencia relacionada con
las drogas ha empeorado en medio de denuncias de corrupción en los servicios de
la policía y el Gobierno de Honduras. Mientras las pandillas son responsables
de gran parte de la violencia, las fuerzas de seguridad en Honduras también han
participado en una ola de asesinatos y otros crímenes contra los derechos
humanos con impunidad.
A pesar de esto, tanto bajo el
liderazgo de Clinton como el de Kerry, la respuesta del Departamento de Estado
respecto a la violencia y a la constante impunidad de la policía y el ejército
ha sido en gran medida solo silencio, junto con la ayuda continua de los
Estados Unidos a las fuerzas de seguridad de Honduras. En Decisiones Difíciles,
Clinton describe su papel en el periodo posterior al golpe de Estado que ha
llevado a Honduras a esta situación.
Su cuenta de primera mano es
significativa no solo porque contiene una confesión verdadera de un hecho
importante, pero también porque contiene un falso testimonio crucial. No vamos
a acusar a nadie de mentir; al igual que los houyhnhnms en Los viajes de
Gulliver de Jonathan Swift, quienes no tenían una palabra para mentir, solo
digamos que ella ha dicho “lo que no es”.
En primer lugar, la confesión:
Clinton admite que ella utilizó el poder de su oficina para asegurarse de que
Zelaya no volviera a la Presidencia. “En los días siguientes [después del
golpe] hablé con mis homólogos de todo el hemisferio, incluida la secretaria
[Patricia Espinosa] en México”, escribió Clinton. “Nosotros establecimos las
estrategias de un plan para restaurar el orden en Honduras y garantizar que elecciones
libres y limpias se celebren rápidamente y de manera legítima, lo que haría que
la cuestión de Zelaya sea irrelevante”.
Esto tal vez no sea una sorpresa
para aquellos que han seguido de cerca el drama después del golpe (ver mi
comentario de 2009 sobre el papel que jugó Washington ayudando a que el golpe
tenga éxito aquí, aquí y aquí). Pero la historia oficial, la cual fue
debidamente aceptada por la mayoría de los medios de comunicación, era que la
Administración de Obama en realidad estaba en contra del golpe y quería que
Zelaya retornara a la Presidencia.
La cuestión de Zelaya era
cualquier cosa menos irrelevante. Líderes de América Latina, la Asamblea
General de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales reclamaron
vehementemente su regreso inmediato a la oficina.
La posición desafiante y
antidemocrática de Clinton provocó un descenso en las relaciones de Estados
Unidos con varios países de América Latina, algo que ha continuado hasta la
fecha. Se ha erosionado la cálida bienvenida y el beneficio de la duda que
incluso los gobiernos izquierdistas de la región le habían ofrecido a la recién
instalada Administración de Obama unos meses antes.
Ahora sobre la “cosa que no es”:
Clinton informa de que Zelaya fue arrestado en medio de “temores de que se
estaba preparando para burlar la Constitución y prorrogar su mandato”. Esto
simplemente no es verdad.
Como Clinton debe saber, cuando
Zelaya fue secuestrado por los militares y fue transportado fuera del país en
pijamas el 28 de junio de 2009, él estaba de hecho tratando de poner una
votación consultiva en la boleta electoral, no una votación vinculante. La
encuesta iba a preguntar a los electores si querían tener un verdadero
referéndum sobre una reforma de la Constitución durante las elecciones
previstas para noviembre.
Es importante tener en cuenta que
Zelaya no era elegible para candidatear en esa elección. Incluso si él hubiera
conseguido todo lo que quería, era cronológicamente imposible que Zelaya
prorrogara su mandato. Pero esto no impidió a la extrema derecha en Honduras y
los Estados Unidos utilizar acusaciones falsas de manipulación de la
Constitución para justificar el golpe.
Además de su audaz confesión y
aceptación de la narrativa de la extrema derecha en el episodio hondureño, el capítulo
sobre América Latina está considerablemente a la derecha de su propia
trayectoria en la región como secretaria de Estado. Esto parece ser un cálculo
político.
Clinton corre poco riesgo de
perder votos al admitir su papel en hacer que la mayoría de los gobiernos del
hemisferio estén indignados frente a los Estados Unidos. Por otro lado, hay
grupos de interés influyentes y bastante dinero de campaña para recaudar de
grupos de presión derechista con enfoque latinoamericano, como los
cubano-americanos de Florida y sus recaudadores de fondos.
Al igual que los 54 años del
fallido embargo contra Cuba, la posición de Clinton sobre América Latina en su
candidatura a la Presidencia es otro ejemplo de cómo la derecha ejerce una
influencia desproporcionada en la política exterior de los Estados Unidos.
Como también hemos visto en el
caso de la lucha continua de la República Argentina contra los fondos buitre,
estas influencias pueden ser sustanciales en ciertos momentos en los cuales
incluso la mayoría de la clase política preferiría dejar que prevalezca la
razón. Ni que decir del electorado, si es que tuviera una voz en estos asuntos.
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