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jueves, 6 de agosto de 2015

ENGELS, a 120 años de su fallecimiento.

Ayer, 5 de Agosto, se cumplieron 120 años de la muerte de Friedrich Engels. Vayan estas breves líneas, extraídas de mi Tras el Búho de Minerva (disponible gratis en www.atilioboron.com.ar) , a modo de homenaje y recordación de una de las más brillantes cabezas del pensamiento marxista a lo largo de toda su historia.


"No es ésta la ocasión para reseñar la biografía de Engels, ese joven brillantísimo, abierto como pocos a los signos de su tiempo, y cuya rebeldía lo llevó a renunciar a estudiar en la universidad pese a que su condición económica le hubiera abierto las puertas de las mejores casas de estudios superiores de Alemania. Pero el escolasticismo, la hoquedad y el infatuamiento de los académicos germanos eran demasiado insoportables para un espíritu tan inquieto e incisivo como el de Engels. Su talento excepcional, sin embargo, le permitió cobrarse una temprana venganza gracias a una notable hazaña intelectual: a los 24 años ya había escrito y publicado un trabajo memorable de investigación sociológica sobre la clase obrera en Manchester, corazón del capitalismo industrial (1844). La producción conjunta de muchos de quienes durante décadas se entretuvieron en denostarlo es eclipsada con esta sóla obra juvenil que, aún hoy, es considerada en las grandes cátedras de historia de las universidades europeas y norteamericanas como un “clásico” imprescindible para el estudio de la clase obrera en los primeros tiempos de la revolución industrial. Por si lo anterior fuera poco, los escritos de Engels sobre diversos temas de la sociología, la historia, la filosofía, la ciencia política y el arte y la técnica militar continúan atrayendo la seria atención de los mejores especialistas. ¿Cómo ignorar la creatividad puesta en evidencia en sus estudios sobre la insurgencia campesina en Alemania, sobre la articulación de ideas e intereses en los procesos sociales, sobre la vinculación entre patriarcado y propiedad privada, o sobre las formas variables del bonapartismo en las sociedades capitalistas? Una cuidadosa y desapasionada evaluación de su producción intelectual es una tarea enorme, que una vez concluida pondría de relieve una figura de una estatura intelectual muchísimo mayor de la que hemos sido inducidos a creer.

Pero no son ésos los únicos méritos de Engels. Hay otros mayores: fue nada menos que el interlocutor privilegiado –casi exclusivo– de Marx durante cuarenta años. Fue, por eso mismo, testigo, consejero, crítico y, como ya es sabido, silencioso e invisible coautor de algunas de las más importantes aportaciones teóricas plasmadas en su obra. Desde el momento en que se encontraron por primera vez Marx advirtió que ese joven, dos años menor que él, era un intelectual formidable, cuya palabra nunca desestimó y cuyo consejo siempre buscó hasta el último día de su vida, apagada en 1883. Un talento a quien Marx confió, en reiteradas oportunidades, la redacción de trabajos que luego se publicarían con su firma. Varios artículos del New York Daily Tribune –donde originalmente se publicara El dieciocho brumario– fueron escritos por Engels a pedido de Marx. Por otro lado, éste aceptó asimismo escribir largas secciones o fragmentos de obras que más tarde aparecerían con la firma de Engels, como el décimo capítulo de la Segunda Parte del Anti-Dühring. En esa declarada admiración de Marx por su amigo, benefactor, compañero de militancia e interlocutor intelectual juega por cierto un papel decisivo el hecho de que haya sido este joven burgués de Barmen quien invitara al hasta entonces filósofo de Tréveris a adentrarse en el camino de la economía política, una disciplina prácticamente esotérica en la atrasada Alemania de la primera mitad del siglo XIX y a la cual Engels tuviera acceso favorecido en parte por los intereses comerciales que su familia poseía en Gran Bretaña. A Engels debe Marx nada menos que el haber llamado su atención sobre las potencialidades que encerraba la economía política clásica para el análisis del capitalismo y la sociedad burguesa, y para el desarrollo del pensamiento y la práctica del socialismo. 

Fue en virtud de esa gratitud y reconocimiento que Marx sentía le debía a Engels en el plano intelectual, y que no pocas veces hizo público, que le confió la publicación del segundo y tercer tomo de El capital, incluyendo la corrección de cada pliego y la resolución de algunos cruciales problemas teóricos pendientes en el manuscrito original. Ya en el famoso “Prólogo” a la Contribución a la crítica de la economía política Marx había reconocido su deuda intelectual con Engels, quien en su Umrisse zu Einer Kritik der Nationalökonomie de 1844 habría planteado “un genial esbozo de una crítica de las categorías económicas” (Marx, 1979, p. 6). Esta confesada admiración por el talento y la agudeza intelectual de Engels quedó plasmada en dos frases memorables de Marx: “Engels, el hombre más culto de Europa”, dijo en una oportunidad; y en otra, refiriéndose a su amigo lo describió como “Un verdadero diccionario universal, capaz de trabajar a cada hora del día o de la noche, comido o en ayunas, veloz en escribir y en comprender como el mismo diablo” (Gustafsson, 1975, p. 47). Esta recíproca confianza y admiración en el talento del otro hizo que, tal como Engels lo narrara en una oportunidad:

'en la división del trabajo que existía entre Marx y yo me ha tocado defender nuestras opiniones en la prensa periódica, lo que, en particular, significaba luchar contra las ideas opuestas, a fin de que Marx tuviera tiempo de acabar su gran obra principal. Esto me condujo a exponer nuestra concepción en la mayoría de los casos en forma polémica, contraponiéndola a las otras concepciones.' (1887, p. 538)

Pero por cierto que no se trata de comparar a Engels con Marx. Tal como el primero lo dijera en su breve oración fúnebre ante la tumba de Marx, éste fue “el más grande pensador de nuestros días”. Pero es preciso convenir que el parcial eclipse de Engels sólo pudo haberlo producido una figura intelectual del relieve monumental de Marx, a cuyo lado permaneció fielmente toda su vida. Una somera comparación con las principales cabezas en la historia de la teoría política a lo largo del siglo XIX colocaría, sin duda alguna, a Engels a la altura de lo más prominente del pensamiento de su tiempo, cediendo posiciones sólo ante George W. F. Hegel y Alexis de Tocqueville, pero disputando terreno palmo a palmo con Edmund Burke y John Stuart Mill, y superando claramente a un conjunto de teóricos tan notables como James Mill, Jeremy Bentham, T. H. Green, Benjamin Constant, Joseph de Maistre y tantos otros. El precio que Engels pagó por su prolongada asociación con la vida y la obra de Marx y con su incondicional entrega al movimiento obrero y socialista europeo fue su propio desdibujamiento intelectual. Podría haber sido una de las grandes cabezas de Europa en la segunda mitad del siglo XIX, pero conscientemente prefirió un lugar menos destacado: ser el colaborador más estrecho que tuvo Marx en los años decisivos de su producción teórica, cooperando intelectual y financieramente con la realización de una obra cumbre como la que éste estaba haciendo y que le permitiría a la humanidad plantearse la posibilidad de tomar el cielo por asalto. En un momento histórico como el actual, signado por la necesidad de reconstruir la teoría marxista tomando en cuenta los triunfos y las tragedias, los éxitos y los fracasos, del socialismo a lo largo del siglo XX, la revalorización del legado teórico de un talento como el de Engels es una tarea imprescindible e impostergable, y que debe ser encarada cuanto antes.

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