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PACIFISMO BURGUÉS Y PACIFISMO REVOLUCIONARIO
MARX: DIALÉCTICA, HISTORIA Y COLONIALISMOS
HISTORIA DEL MARXISMO:CLASE 1-INTRODUCCIÓN

REVOLUCIÓN CHINA


La Revolución China fue una sucesión de acontecimientos que sumados en su conjunto, terminó por producir este importantísimo hecho. Sometido el Pueblo chino a dinastías venidas de pueblos externos con la injerencia constante de los países imperialistas occidentales. Fundamentalmente se circunscribieron en la de los mongoles y  la de los manchúes. Ambos pueblos tomaron las riendas del Imperio chino, los primeros bajo la dinastía Yuan entre el 1271 y el 1368, y los segundos con la última dinastía, la Qing, entre 1644 y 1911.

Estas dinastias y sobre todo la última resultaron letales para la maltrecha vida de China, con continuos enfrentamientos con las potencias europeas (Guerras del Opio) y con el vecino Japón. Todo esto propició una corrupción total a todos los niveles que provocaron constantes rebeliones y levantamientos de millones de campesinos sin tierra, artesanos desempleados y obreros del transporte, debido a la acuciante hambruna y pobreza en las zonas rurales  de China. Para poder hacer frente a estas rebeliones se contó con la ayuda de los ejércitos de las potencias occidentales, prestas a sacar tajada de ese ofrecimiento en la inmensas riquezas que poseía China.

Revolución comunista china, fue un largo proceso revolucionario transcurrido durante buena parte de la primera mitad del siglo XX, que tuvo como resultado el establecimiento del régimen comunista en China. El Partido Comunista Chino (PCCh) fue fundado en la ciudad de Shanghai en julio de 1921, y aunque contó inicialmente con apenas 60 miembros, entre los que se encontraba quien habría de ser su principal dirigente, Mao Zedong; 28 años después, el 1 de octubre de 1949, logró la proclamación de la República Popular China.

Varios factores contribuyeron a esta victoria del PCCh en la segunda revolución china producida en 40 años. La primera, la Revolución republicana, había concluido con el derrocamiento de la dinastía Qing en 1912 y había supuesto el final del milenario gobierno imperial en el país. Con el nombre de Revolución de 1911 o Revolución de Xinhai se conoce a los sucesos acaecidos en China entre otoño de 1911 y la primavera de 1912, cuando el último emperador Qing fue forzado a abdicar. Sin embargo, el movimiento revolucionario republicano había comenzado a forjarse años atrás. En el contexto social de un paulatino distanciamiento de la aristocracia y los comerciantes de la dinastía Qing y el descontento popular frente a las reformas del gobierno, surgió un movimiento republicano antimanchú entre los exiliados, los emigrados y los estudiantes chinos en el extranjero antes de 1905, con la figura de Sun Yat-sen a la cabeza.

Básicamente el triunfo del PCCh se debió al mando decidido y el uso de estrategias flexibles, el descubrimiento de métodos para movilizar el apoyo campesino a gran escala, el valor y el sacrificio de innumerables miembros del partido y de soldados afines, el liderato personal de Mao Zedong, la debilidad y corrupción del gobierno, la invasión japonesa iniciada en 1931 con la ocupación de la región nororiental de Dongbei Pingyuan (Manchuria), y, finalmente, la ayuda de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

El PCCh no sólo combatió en una guerra civil contra fuerzas políticas y militares chinas. Cuando fue fundado, China se había desintegrado en la práctica, zarandeada por las pugnas entre distintos señores de la guerra y ensombrecida por potencias extranjeras que controlaban ciertos sectores del territorio chino. Tanto el PCCh como su rival, el republicano y nacionalista Guomindang, tuvieron que reconstruir en torno a sí el Estado chino. Pese a ser considerado por los nacionalistas republicanos uno de los causantes principales de la división nacional, por su alianza con la URSS, el PCCh acabó triunfando porque ofrecía un ideal de una China nueva, más próspera, igualitaria, justa y democrática. Insistiendo en que sus miembros vivieran de acuerdo con ese ideal en su quehacer diario, se destacó de otros rivales políticos y logró numerosos apoyos a su causa.

El ascenso al poder del PCCh puede dividirse en dos períodos de similar duración. El primero, transcurrido entre 1921 y 1936, estuvo dominado por el fracaso, aunque los comunistas obtuvieron éxitos ocasionales. El segundo, que tuvo lugar desde 1937 hasta 1949, fue, por el contrario, un largo ciclo de triunfos de los revolucionarios interrumpido por algunos grandes desastres.

El partido comunista chino, creado en 1921 como reacción ante el cínico egoísmo de las potencias imperialistas occidentales, consiguió hacer progresos en el gobierno antes de ser purgado por Jiang Jieshi (Chiang Kai-shek) en 1927. Bajo el liderazgo de Mao Zedong (Mao Tsé-tung), los comunistas se reagruparon finalmente en el centro de China y recibieron un amplio apoyo de los campesinos. Aunque fue expulsado de la región por Jiang Jieshi en 1934 y obligado a retirarse al extremo noroeste de China, el partido continuó extendiendo su apoyo popular durante los años de lucha contra Japón, preparado para derrocar al gobierno nacionalista tras la II Guerra Mundial.

FRACASO INICIAL DE LA REVOLUCIÓN COMUNISTA (1921-1936)

Durante el periodo revolucionario inicial, el PCCh se vio forzado a pasar de ser una organización eminentemente urbana a convertirse en una básicamente rural. Comenzó como un partido subordinado a la URSS y a la Internacional Comunista (Komintern). En esa época, la doctrina básica del Komintern para los partidos comunistas establecidos en las naciones subdesarrolladas era buscar el apoyo patriótico de todos aquellos sectores de la población opuestos a la dominación colonial, mientras se reclutaban los cuadros del partido entre la clase social que habría de ejercer el poder en el futuro, la de los obreros urbanos.

Durante la década de 1920, el líder de los nacionalistas republicanos chinos, Sun Yat-sen, se relacionó estrechamente con el principal dirigente soviético, Vladímir Ilich Lenin. A medida que la posibilidad del triunfo de la revolución comunista en Occidente se desvanecía, Lenin comenzó a mirar hacia Oriente en su búsqueda de estrategias alternativas para socavar los cimientos del capitalismo mundial. Le atrajo el potencial revolucionario de China. De otro lado, tanto para Sun Yat-sen, como para los primeros miembros del PCCh, la URSS era un ejemplo de cómo podía una nación desembarazarse del yugo imperialista. El Guomindang se reformó siguiendo directrices bolcheviques y el PCCh se convirtió en el tercero en discordia de la alianza chino-soviética.

Durante algunos años, los dos partidos compartieron sus militantes. Ambos crecieron rápidamente, el PCCh especialmente en las ciudades costeras del sur. A principios de 1926, el Guomindang tenía más de 200.000 militantes. En abril de 1927, los comunistas chinos eran más de 57.000. Dado que tanto el Guomindang como el PCCh propugnaban la reunificación de China, instituyeron una academia militar en Whampoa, a las afueras de Cantón, para entrenar a los oficiales de un ejército financiado por la URSS. En 1926, este ejército mixto emprendió la llamada expedición al Norte, con el objeto de ampliar el territorio bajo control del gobierno central, y cosechó un gran éxito en los siguientes dos años.

No obstante, Sun Yat-sen murió en 1925 y el Guomindang se desgajó entre sus elementos radicales que querían una reforma social como parte fundamental de la revolución, y los conservadores, más preocupados por las divisiones internas. El PCCh se convirtió en el principal mediador entre las dos facciones y finalmente el equilibrio se rompió a favor de los conservadores, encabezados por el general Jiang Jieshi, quien de hecho comandaría la expedición al Norte.

En abril de 1927, el conflicto se radicalizó en Shanghai, que contaba con una fuerte presencia tanto comunista como nacionalista conservadora. Cuando la expedición del Norte tomó la ciudad, Jiang Jieshi pactó con algunos delincuentes locales el arresto y asesinato de centenares de comunistas. La matanza se extendió pronto a otras ciudades.

A partir de entonces, y a lo largo del resto de la Revolución comunista, el PCCh tuvo una presencia residual en las ciudades chinas y nunca como fuerza organizada. Aunque el mando del partido se empeñó durante años en vanos intentos por reorganizarse en ellas, los nacionalistas se las arreglaron para ejercer su propio control sobre todas las grandes ciudades hasta 1948, excepto en los años de la ocupación japonesa.

El PCCh fue empujado por tanto a buscar sus apoyos en el mundo rural, incluso antes de que algunos miembros del partido, entre los que estaba Mao Zedong, intentasen conseguir la colaboración campesina. Aunque esa actitud iba en contra de la ortodoxia del Komintern, que daba prioridad al proletariado industrial, los comunistas chinos encontraron apropiado considerar “proletarios” a los pequeños y medianos campesinos, porque el término se traducía en chino como “clase desposeída”. No obstante, las primeras tentativas insurreccionales que tuvieron lugar en el otoño de 1927 en la provincia de Hunan quedaron en nada.

La mayor parte de los miembros del PCCh acabó por asentarse en una región colindante con las provincias de Jiangxi y Hunan, al suroeste de Shanghai, una tierra pobre, situada en la periferia de los principales centros urbanos. Los supervivientes de los desastres del partido comenzaron a fluir lentamente de todas partes engrosando sus filas, y en febrero de 1930 la dirección local del partido, con Mao Zedong a la cabeza, fundó el Soviet de Jiangxi. En su apogeo controlaba una población de unos nueve millones de habitantes, con algunas áreas adyacentes. En ese lugar y en ese momento, fue donde por primera vez el PCCh comenzó una campaña masiva para ganar el apoyo campesino. Los elementos claves fueron una reforma agraria moderada y la elección de delegados para las colectivizaciones obreras y campesinas. Los soldados del partido comenzaron a entrenarse en la lucha guerrillera.

Los ejércitos nacionalistas, no obstante, no dejaron de acosar a los comunistas. Desde finales de 1930, las tropas del Guomindang comenzaron una serie de campañas para rodearles. A pesar de que, desde 1931, tanto los avances japoneses en Dongbei Pingyuan (Manchuria), como las campañas contra los señores de la guerra, distrajeron un tanto la atención de los nacionalistas; los comunistas fueron desgastándose poco a poco. Finalmente, a finales de 1934, la presión se hizo demasiado fuerte y el mando comunista decidió escapar con 100.000 seguidores y emprender la denominada Larga Marcha, convertida en una aventura épica que llevaría finalmente al PCCh al poder. Los comunistas que permanecieron en la provincia de Jiangxi fueron aplastados brutalmente y dispersados por las tropas de Jiang Jieshi.

Quienes emprendieron la Larga Marcha tenían la vaga idea inicial de dirigirse a otra base comunista en la provincia de Shaanxi, más cercana a la URSS, pero no pudieron hacerlo directamente debido al permanente hostigamiento de las fuerzas militares del Guomindang. El recorrido de los acosados comunistas se desplazó hacia el oeste para tomar finalmente el camino hacia el norte, a través de la región del Tíbet, en una odisea que duró más de un año y cubrió unos 9.600 kilómetros. Tuvieron que marchar a menudo sin agua ni comida, prácticamente sin medicinas, en un terreno desconocido, siendo presa de constantes emboscadas de soldados locales y tribus montañesas hostiles. Durante el trayecto, se separaron numerosas unidades cuyos supervivientes se reunieron un año después con la columna principal.

A lo largo de todo el camino fueron perseguidos por los nacionalistas, que aprovecharon su acoso para subyugar a algunos señores de la guerra recalcitrantes. Quienes sobrevivieron a la Larga Marcha, y a la guerra civil subsiguiente, constituyeron los cuadros de mando de la República Popular China durante sus primeras décadas de existencia, y entre ellos cabe nombrar a Zhu De, Lin Biao, Zhou Enlai y Deng Xiaoping. Por el camino, Mao Zedong se deshizo de los líderes prosoviéticos del partido que formaban su Comité Central a raíz de la celebración de una reunión en la ciudad de Zunyi (provincia de Guizhou), en enero de 1935, que reafirmó su liderato. La Larga Marcha supuso el vínculo psicológico que uniría a Mao Zedong con el resto del partido durante años.

Cuando la Larga Marcha llegó a la provincia de Shaanxi en octubre de 1935, tan sólo 8.000 expedicionarios componían la columna, menos del 10% de cuantos la habían comenzado. Aunque los comunistas reclutaron varios miles de partidarios en Shaanxi, los nacionalistas concentraron 300.000 hombres para el asalto final.

Los hombres de Mao Zedong se salvaron del acoso de las tropas nacionalistas gracias un suceso inesperado: el denominado incidente de Xi´an (también conocido como la emboscada de Sian). En diciembre de 1936, Jiang Jieshi fue arrestado en su nuevo cuartel general de Xi´an (en la provincia de Shaanxi) por uno de sus principales comandantes, el general Zhang Xueliang, especialmente preocupado por el creciente intervencionismo japonés en territorio chino. En aquel momento, existía un evidente malestar en muchas zonas de China, especialmente en las ciudades del este, que demandaban el final de la guerra civil y la creación de un frente unido contra los japoneses. Zhang Xueliang pretendía lograr la reconciliación entre los nacionalistas y los comunistas, acuerdo que puso como precio a cambio de la libertad de Jiang Jieshi.

Tras las consiguientes negociaciones forzadas, Jiang Jieshi y Mao Zedong se vieron obligados a pactar, lo que dio a los comunistas el respiro que necesitaban. Los nacionalistas reconocieron la administración comunista de la región fronteriza de Shaanxi, así como de las provincias de Gansu y Ningxia, con nueva capital en Yan´an, y acordaron dar a los seguidores de Mao Zedong un subsidio mensual que sólo efectuaron realmente durante unos tres años.

Durante el periodo revolucionario inicial, el PCCh se vio forzado a pasar de ser una organización eminentemente urbana a convertirse en una básicamente rural. Comenzó como un partido subordinado a la URSS y a la Internacional Comunista (Komintern). En esa época, la doctrina básica del Komintern para los partidos comunistas establecidos en las naciones subdesarrolladas era buscar el apoyo patriótico de todos aquellos sectores de la población opuestos a la dominación colonial, mientras se reclutaban los cuadros del partido entre la clase social que habría de ejercer el poder en el futuro, la de los obreros urbanos.


EL DEFINITIVO CAMINO HACIA EL TRIUNFO COMUNISTA (1937-1949)

Fue la invasión japonesa de 1937 la que dio a los comunistas la oportunidad de reponerse. En julio de ese año, una escaramuza entre las tropas japonesas y chinas cerca del puente de Marco Polo, en las proximidades de la ciudad de Pekín, otorgó a Japón el pretexto que necesitaba para llevar a cabo una invasión a gran escala del territorio chino. A principios de 1939, los japoneses ocupaban toda la costa china, y a su control sobre Taiwan (que venían ejerciendo desde finales del siglo XIX) añadieron la conquista de la isla de Hainan. El gobierno de Jiang Jieshi tuvo que trasladar su capital a Chongqing.

Aunque la invasión japonesa fue un indudable desastre para China, constituyó una inmejorable oportunidad para el éxito de la Revolución comunista. Las fuerzas de Mao Zedong adquirieron desde entonces la imagen patriota por excelencia. Dado que los nacionalistas habían parecido no resistirse a los japoneses con todas sus fuerzas (a pesar de los avances japoneses, no les habían declarado formalmente la guerra), perdieron el apoyo de los intelectuales, de los estudiantes y de la clase media. Por otro lado, como los comunistas habían apelado a la unidad nacional ya antes de la invasión japonesa (aunque fuera en parte para desviar la presión nacionalista en su contra), obtuvieron pronto la reputación de ser quienes verdaderamente defendían la integridad china ante las amenazas extranjeras. Numerosos intelectuales y estudiantes marcharon a Yan´an para unirse a la lucha encabezada por Mao Zedong. Esa imagen patriótica fue reforzada por la actitud política de los japoneses, que como miembros del antibolchevique Eje Roma-Berlín-Tokio desde 1940, reservaron a menudo sus crueles matanzas para las fuerzas comunistas.

La otra razón del éxito comunista fue su organización ante la invasión extranjera. La expulsión por parte de los japoneses de los ejércitos nacionalistas del este de China acabó también con su administración, que había mantenido a raya a los comunistas. Aunque los japoneses dispusieron un ejército de ocupación compuesto por más de un millón de hombres durante toda la guerra, su número era en realidad demasiado escaso como para ejercer un control efectivo. El gobierno títere que instalaron en territorio chino carecía de legitimidad. Así que se limitaron a defender las ciudades y las líneas férreas. El campo se convirtió en un vació administrativo en el que los comunistas infiltraron sus curtidas guerrillas en número cada vez mayor. Ganaron el apoyo de los campesinos por su modo de vida frugal, la asistencia sanitaria, educativa y de otro tipo que proporcionaban, su defensa de la justicia social consistente en una reforma agraria y en la disminución de impuestos a los pobres y por su propaganda contra los japoneses.

No todos los campesinos chinos apoyaron a los comunistas. Más de un millón de ellos sirvió en el ejército de la administración japonesa. Pero los japoneses, no obstante, reforzaron sin pretenderlo el atractivo comunista al aterrorizar a los campesinos. Adoptaron una política de tierra quemada en sus represalias a los ataques de las guerrillas que sometió a la gente en algunos lugares, pero animó a los campesinos a cobijar y apoyar a los comunistas en casi todas partes, sobre todo en aquellas zonas en las que los comunistas permanecían lo suficiente como para que sus mensajes calaran.

Desde 1937 hasta 1941, las tropas comunistas estuvieron integradas en el Ejército nacionalista. En 1940 tenían más de medio millón de hombres y ese año los nacionalistas accedieran a que los comunistas actuaran por su cuenta al norte del río Huang He.

No obstante, a medida que los comunistas se reforzaban, sus relaciones con los nacionalistas empezaron a deteriorarse. En 1939, los nacionalistas bloquearon de nuevo Yan´an, con medio millón de hombres. En enero de 1941 atacaron y destruyeron el principal cuartel general comunista, situado al sur. Esa actitud acabó con el frente unido creado en 1937. El daño infligido a los comunistas aumentó con los ataques japoneses a sus bases en 1942 y en 1943, que redujo en una cuarta parte las fuerzas del Ejército Rojo (nombre genérico que servía para denominar a las tropas comunistas desde la Larga Marcha) y en un 90% el territorio que controlaban en las llanuras.

Por lo tanto, los comunistas fueron abandonados de nuevo a sus propios recursos. Aunque estaban aislados en una de las zonas más remotas de China, incomunicados con la URSS salvo por ocasionales contactos radiofónicos, hicieron de su retiro una virtud. Introdujeron campañas de “rectificación” para asegurarse de que los nuevos miembros del PCCh apreciaran qué era lo que en realidad defendía el partido, con el objeto de que pudieran luchar con convicción. Las conferencias de Mao Zedong en la escuela del partido en Yan´an se empezaron a interpretar como la ortodoxia básica del partido. Mao Zedong desarrolló doctrinas en las que primordialmente difundía la necesidad de la autosuficiencia y de llevar a cabo una reforma agraria moderada. Se construyeron asimismo fábricas en el campo.

Todos estos principios se propagaron más tarde por todo el país antes y después de 1949, como parte del modelo comunista de Yan´an. Las llamadas a la justicia social y al patriotismo atrajeron a un número creciente de campesinos e intelectuales, incluso a pesar de que los comunistas llegaron a cultivar y vender opio como medio de equilibrar su precaria balanza comercial. Cada vez más dirigentes del PCCh provenían del campesinado, y los comunistas eran además la única fuerza política que abogaba por un nuevo papel social para las mujeres. En 1945, los comunistas controlaban una región habitada por 90 millones de personas. Aunque esa era tan sólo la quinta parte de la población del país, representaba un incremento espectacular del asentamiento comunista.

Aunque sin rendirse, la resistencia nacionalista a los japoneses no era muy efectiva, y los hombres de Jiang Jieshi llegaron a sufrir tres millones de bajas. Cuando Japón atacó a Estados Unidos en diciembre de 1941, los nacionalistas declararon por fin la guerra a Japón e incluso a Alemania, momento en el que China se vio directamente involucrada en la II Guerra Mundial. A partir de entonces comenzaron a recibir una ayuda militar considerable, aunque los consejeros estadounidenses quedaron cada vez más impresionados por la combatividad de los comunistas y desviaron algunas armas hacia ellos también. No obstante, incluso a finales de 1944 pudieron los japoneses lanzar una última gran ofensiva al suroeste de China para tratar de forzar la rendición de los nacionalistas.

Las fuerzas japonesas en China sólo se rindieron poco después de que en agosto de 1945 hubiera tenido lugar el lanzamiento de bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Pese a que no había derrotado a Japón en el campo de batalla por su propios medios, el gobierno nacionalista de Jiang Jieshi emergió brevemente de la contienda recientemente finalizada con un nuevo aura de triunfo. Durante los últimos años de la guerra, los aliados habían acordado tratar a China como a un igual y, de hecho, Jiang Jieshi participó en la importante Conferencia de El Cairo, celebrada en 1943. Se habían rescindido finalmente los onerosos tratados impuestos por las potencias occidentales a la dinastía Qing en el siglo XIX, y China no sólo fue en 1945 uno de los miembros fundadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sino que pasó a ser uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de ese organismo internacional. El gobierno nacionalista podía por fin ejercer su autoridad en toda China, toda vez que había terminado asimismo con la existencia de los señores de la guerra que venía entorpeciendo la creación de un verdadero Estado desde la caída de la dinastía Qing en 1912. Paradójicamente, aunque China había quedado devastada por la guerra, tanto el Guomindang como el PCCh llegaron al final del conflicto más fuertes de lo que eran a su comienzo. Y ambos estaban decididos a hacer valer sus respectivos triunfos.

Desde 1945 hasta 1947, el general estadounidense George C. Marshall, enviado por el presidente de su país, Harry S. Truman, intentó pactar una tregua a largo plazo entre nacionalistas y comunistas. Aunque en 1945 ambas partes acordaron convocar una conferencia consultiva nacional, las dos fuerzas políticas y militares competían en su búsqueda de apoyo y territorios. En 1946 estallaron combates esporádicos en Dongbei Pingyuan (Manchuria), donde aún había tropas soviéticas acantonadas en la región que ellos mismos habían liberado de la ocupación japonesa un año antes. Los nacionalistas superaban en número a los comunistas en ese territorio y querían aprovechar esta ventaja.

Las tropas de Jiang Jieshi lanzaron una serie de ataques que hicieron huir a los comunistas de amplias zonas del norte del país, y en marzo de 1947 (dos meses después del final de la infructuosa mediación de Marshall) llegaron a tomar Yan´an, de donde Mao Zedong y otros dirigentes del PCCh pudieron huir en última instancia. Sin embargo, aunque los ejércitos nacionalistas se fueron extendiendo excesivamente, se concentraron en la defensa de posiciones estáticas, como habían hecho los japoneses. Con ello, se expusieron a los ataques por sorpresa de las experimentadas guerrillas comunistas, y los triunfos de éstas fueron erosionando la moral nacionalista.

Al mismo tiempo, los nacionalistas empezaron a perder el apoyo de las regiones costeras y urbanas chinas. Los agentes gubernamentales confiscaban avariciosamente los bienes de quienes eran tenidos por supuestos colaboradores con los japoneses. Las autoridades militares nacionalistas adoptaron métodos corruptos que les convirtieron en enemigos de la mayoría de la población. La inflación se disparó después de 1947 a un ritmo de varios miles por ciento al año, volatilizando los ahorros.

En contraste, Mao Zedong elaboró la teoría de la “nueva democracia”, dirigida a la conquista de las mentes y los corazones de todos los patriotas chinos, sin tener en cuenta su origen social. Aunque los comunistas seguían abogando por la reforma agraria, decidieron no abrir el arco de sus probables rivales por medio de la renuncia a la promoción de reformas demasiado radicales.

La situación cambió de signo en la segunda mitad de 1947, y se convirtió en una derrota devastadora para los nacionalistas al año siguiente. A medida que su fuerza crecía, los comunistas pasaron de la lucha guerrillera a la ejecución de operaciones militares a gran escala. Bajo el mando del mariscal Lin Biao, el ya denominado oficialmente Ejército de Liberación Popular derrotó a las tropas nacionalistas en Dongbei Pingyuan y se dirigió rápidamente hacia el sur. En la primavera de 1949, las tropas de Mao Zedong habían llegado al río Yangtzé, y Estados Unidos intentó en vano acordar un alto el fuego entre las partes que hubiera dividido a China en dos, dejando el control del norte a los comunistas y el del sur a los nacionalistas. Los comunistas, que no estaban dispuestos a negociar, habían sometido prácticamente a toda la oposición armada el 1 de octubre de 1949, fecha en la que establecieron la República Popular China.

La Revolución comunista china no tuvo nada que ver con la prevista decenas de años antes por el filósofo alemán Karl Marx, ya que tuvo lugar en un país abrumadoramente rural, alejado de los comportamientos habituales de las sociedades capitalistas. A diferencia de la Revolución Rusa que en 1917 había permitido la creación de un Estado comunista por primera vez en la historia, en el caso chino la guerra civil precedió a la revolución política y el comunismo se trasvasó desde el campo a las ciudades. El PCCh había sido instintivamente mucho más favorable a los intereses del campesinado de lo que fueron los bolcheviques, al menos desde que Mao Zedong se hizo con el liderato.

El éxito comunista no se debió a la movilización de un campesinado nacionalista sensibilizado por las atrocidades de una ocupación. Sus mejores bases organizadas se hallaban en zonas remotas que apenas se vieron afectadas por el ataque japones. En las regiones bajo control japones mas efectivo, los grupos guerrilleros normalmente no infligieron siquiera sobre el enemigo el daño de que hubieran sido capaces por temor a las despiadadas represalias que pudiesen ejercerse sobre los aldeanos que les daban cobijo, perdiendo en consecuencia su apoyo popular.

Su preocupación fundamental era la supervivencia y el mantenimiento en condiciones para la eventualidad de que tuvieran que vérselas con los nacionalistas, preocupación mayor, incluso, que la de combatir. El factor decisivo del éxito del partido fue su vitalidad organizativa, su habilidad política, que había experimentado un gran progreso desde los días de formación, bajo Hai-Lu-feng, y la dedicación de sus miembros, que habían convertido el partido en una organización

Sin embargo, también existieron semejanzas entre las revoluciones china y rusa. Para empezar, aquélla había sido liderada por un partido comunista cuya organización estaba calcada de la de los bolcheviques. Ambos requerían de sus militantes una absoluta dedicación a la causa del partido, al “centralismo democrático” y a los cuadros de mando, todo lo cual les distinguía del resto de sus rivales políticos. Tanto los revolucionarios rusos como los chinos crearon un culto al líder carismático (Lenin y Mao, respectivamente) que había fundado el nuevo régimen.

Por otra parte, ambas fueron hasta cierto punto guerras de liberación nacional, motivadas por el deseo de acabar con el imperialismo extranjero (aunque en el caso de China, esto incluía la dependencia de la URSS). A pesar de las diferencias entre las respectivas condiciones nacionales, tanto Lenin como su sucesor, Iósiv Stalin, y Mao Zedong ansiaban un nuevo orden basado en una revolución mundial: después de 1949, los dirigentes chinos se pusieron a sí mismos como modelo de revolución para el Tercer Mundo, especialmente en Asia, aunque al final sus esperanzas fueron casi tan vanas como las de los bolcheviques respecto de la extensión de la revolución en Europa.  Establecieron una economía planificada basada en la posesión pública de los medios de producción, en la industrialización acelerada y en la colectivización de la agricultura.

Aunque Mao Zedong anunciara la República Popular China, para el PCCh, sin embargo, la tarea de acercar la revolución a toda la sociedad estaba lejos de cumplirse. En aquella fecha, el PCCh tenía cinco millones de miembros, lo que le convertía en el partido comunista de más numeroso del mundo, aun cuando representaba tan sólo al 1% de la población de su país. Para lo aceptado comúnmente por el marxismo, China estaba lejos del socialismo, por no hablar del comunismo: debía abolir todavía la propiedad privada y acabar con la pobreza generalizada.

Los nuevos dirigentes de China tenían la confianza de que todo esto podría lograrse rápidamente, con la única dificultad de dar con el camino adecuado. Creían que el éxito revolucionario demostraba que la historia les daba la razón. Su futuro, como su victoria, reposaría en gran medida en su propio esfuerzo. Acudieron desde 1949 al espíritu y las hazañas del largo proceso revolucionario en busca de inspiración, esperando encontrar soluciones mágicas, lo cual les proporcionó algunos éxitos.

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