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domingo, 19 de noviembre de 2017

El mundo está perdiendo la batalla contra el trabajo infantil

Gran cantidad de declaraciones de buenas intenciones pero nada para celebrar dejó la IV Conferencia Mundial sobre la Erradicación Sostenida del Trabajo Infantil, que se realizó en la capital de Argentina, con la presencia de cerca de 2.000 delegados de 190 países.

La disminución del trabajo infantil avanza a paso demasiado lento, en medio de un crecimiento sin precedentes de la migración y los desplazamientos forzosos que empeora la situación, reconocieron representantes de gobiernos, trabajadores y empleadores en la Declaración Final de Buenos Aires.

El documento, con el que concluyó este jueves 16 el encuentro de tres días, dejó la admisión de que, a menos que algo cambie, los objetivos en la materia fijados por la comunidad internacional, no van a cumplirse.

En consecuencia, existe una “necesidad apremiante de acelerar los esfuerzos encaminados a poner fin al trabajo infantil en todas sus formas de aquí a 2025”, se señaló en el texto.

En la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible se determinó en la meta siete del octavo de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible(ODS), el que promueve el trabajo decente, que para 2025 debe quedar erradicado el trabajo infantil en todas sus formas.

“Por primera vez se reconoció que la agricultura concentra en el mundo la mayor parte del trabajo infantil y que está creciendo”, dijo Bernd Seiffert, especialista en Empleo Rural de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

“Mientras la cifra de niños y niñas afectados en general bajó de 168 millones en 2013 a 152 millones hoy, en el sector agrícola el número aumentó: de 98 millones a 108 millones”, explicó en diálogo con IPS.
Seiffert planteó que “hemos escuchado en esta Conferencia hablar mucho del rol del trabajo infantil en las cadenas globales de suministro. Sin embargo, la mayor parte de los niños y niñas aportan a la producción de alimentos que se consumen en los mercados locales”.

Organizada por el argentino Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, la Conferencia contó con la asistencia técnica de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y tuvo como declarado objetivo “hacer un balance de los progresos realizados” desde la cita precedente, que tuvo lugar en 2013 en Brasilia.

La presencia estelar fue la del Premio Nobel de la Paz 2014, Kaylaz Satyarthi, quien aunque se mostró “confiado en que los jóvenes encaminen la situación que nosotros les estamos dejando”, advirtió que no tendría sentido realizar una nueva Conferencia dentro de cuatro años si la situación sigue siendo la misma.

Satyarthi fue galardonado por su labor en su país, India, en defensa de los derechos infantiles, y en particular por su combate al trabajo forzado, del que ha liberado a miles de niños y niñas.

“Sabemos que los niños son utilizados porque son la fuerza de trabajo más barata. Pero yo pregunto cuánto tiempo más vamos a seguir viniendo a estas conferencias para repetir las mismas cosas. La próxima reunión debe realizarse solo si es para celebrar los logros”, advirtió.

Para Junko Sazaki, directora de la División de Políticas Sociales e Instituciones Rurales de la FAO, “el aumento del trabajo infantil en el campo tiene que ver con la informalidad. La mayor parte de los niños trabajan en la agricultura familiar, sin sueldo, en lugares donde no llega la presencia estatal”.

“Debemos impulsar la incorporación de tecnologías y buenas prácticas agrícolas que permitan que muchas familias pobres dejen de verse obligadas a hacer trabajar a sus hijos”, dijo Sazaki a IPS.
De acuerdo a la OIT y según recoge la declaración final, 71 por ciento del trabajo infantil se concentra en la agricultura y 42 por ciento de ese trabajo es peligroso y se realiza en emprendimientos informales y familiares.

“Hay también diferencias género. Mientras es común que los niños se vean expuestos a pesticidas que pueden afectar la salud, las niñas deben trabajar más en las tareas domésticas. En la India, por ejemplo, muchas niñas reciben menos alimentación que los niños”, afirmó Sazaki.

Los niños fueron los grandes ausentes del multitudinario encuentro, que reunió a delegados de gobiernos y de organismos internacionales, empresarios y sindicalistas.

Su voz solo se escuchó a través de la presentación del documento “Tiempo para hablar”, resultado de una investigación realizada por organizaciones de la sociedad civil, que en 36 países, mayormente de las regiones del Sur en desarrollo, entrevistaron a 1.822 niños de entre cinco y 18 años que trabajan.

El estudio reveló que los niños que trabajan lo hacen en su mayor parte para ayudar a sus familias y que su principal preocupación son las condiciones en que lo hacen.

Se sienten bien si las tareas les permiten continuar estudiando, si pueden aprender del trabajo y ganar dinero; y se frustran cuando se obstaculiza su educación, cuando no desarrollan ninguna habilidad o se ve afectada su salud.

“Entendemos que los niños que trabajan no tienen otra opción y que no debemos criminalizarnos sino protegerlos y controlar las condiciones en que cumplen tareas no los pongan en riesgo o impidan su educación”, afirmó Anne Jacob, de la organización alemana Kindernothilfe, una de las que participaron en la investigación.

Para Jacob, “resulta bastante escandaloso que se aborde la problemática del trabajo infantil sin escuchar a los niños”.

“Nosotros, luego de hablar con ellos, entendimos que no hay una solución global para esta cuestión, sino que las causas estructurales sólo se resuelven localmente, de acuerdo a las circunstancias económicas, culturales y sociales de cada lugar”, afirmó a IPS.

Los participantes en la Conferencia advirtieron en la declaración final que los conflictos armados, que afectan a 250 millones de niños, están agravando la situación del trabajo infantil.

Virginia Gamba, representante especial de las Naciones Unidas para Niños y Conflictos Armados, explicó que “el conflicto armado moderno usa a los niños como a los niños como si fueran materiales descartables. Los niños ya no están más en la periferia de los conflictos sino en el centro”.

En ese sentido, señaló que cientos de miles de niños se quedan sin posibilidades de acceder a educación formal cada año en distintas partes del mundo. Su oficina contabilizó 750 ataques a escuelas en medios de conflictos armados en 2016, mientras que este año registró 175 en un solo mes.

“Para combatir el trabajo infantil y ayudar a los niños hay que pensar en educación móvil y en el hogar. Se debe proveer educación hasta en las situación más frágiles, incluso en los campos de refugiados, ya que esa es la única medida de normalidad para un niño en medio de un conflicto”, dijo Gamba.

Al finalizar, la Conferencia dejó la amarga sensación de que las soluciones todavía están lejos.
De alguna manera lo resumió el director general de la OIT, Guy Ryder, cuando advirtió que “la concentración del trabajo infantil en las tareas rurales indican que muchas veces no tienen que ver con empleadores, sino con grupos familiares”.

“Para algunos es común volcar la responsabilidad sobre las empresas transnacionales y para otros, sobre los gobiernos. Pero la verdad es que la culpa es de todos”, concluyó.

Daniel Gutman

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