En su primera crónica desde Debaltsevo, apenas horas después del final de la batalla, el reportero de CNN, tras visitar también la castigadísima Uglegorsk, afirmaba que las milicias se comportaban cada vez más como un Estado en ciernes que como una rebelión dispersa. Pese a que la prensa da por hecha la ayuda militar rusa, que suponen incluye también tropas regulares, acusación que nunca han podido probar, las milicias han probado, tanto en Debaltsevo como en otras batallas, su fuerza militar. Los meses de trabajo, la reparación del material incautado a las tropas ucranianas tras la ofensiva del verano y la coordinación de algunas de las mejores unidades tanto de la RPD y la RPL se ha visto recompensado con la captura de Debaltsevo, ciudad estratégica que la milicia no pudo capturar en su anterior ofensiva a finales del verano.
Los combates y escarceos han continuado en varias zonas del frente (principalmente en los alrededores del aeropuerto de Donetsk, Shirokino al este de Mariupol y Stanitsa Luganskaya al norte de Lugansk), pero la captura de Debaltsevo y de varias localidades de la zona tras la retirada ordenada y planificada de las tropas ucranianas supone el final de la campaña de invierno en términos de las grandes operaciones militares. Tanto en el caso de Debaltsevo como en otras zonas del frente, tras semanas de combates, se daba paso a un momento de incertidumbre que aún continúa. Entre los intentos ucranianos de reescribir el acuerdo en su propio beneficio, adoptando medidas de forma unilateral y tratando de cambiar los términos de los acuerdos, las Repúblicas Populares tratan de comenzar la reconstrucción de la infraestructura civil e industrial.
Pese a la fragilidad de un proceso de paz sin garantía alguna de éxito y el aumento de las actividades de sabotaje ucranianas, las autoridades de las Repúblicas Populares han comenzado los trabajos de rehabilitación de las zonas más castigadas del frente. La retirada de minas y proyectiles de ciudades y campos, algo necesario para poder proceder a la siembra de cosechas, se ha convertido en una prioridad. Se busca también que el mayor número posible de desplazados y refugiados pueda regresar a sus viviendas, para lo que es necesario rehabilitar los hospitales, instalaciones eléctricas y otros servicios básicos así como la infraestructura de comunicaciones y el transporte.
Con un 80% de los edificios afectados por la guerra, según informó la OSCE en los primeros días de tregua, Debaltsevo es la viva imagen de este momento de duda entre la tregua y la posibilidad de la reanudación de las hostilidades. La primera paciente atendida en el hospital, una mujer con síntomas de congelación en las extremidades debido a las semanas pasadas en los sótanos de su casa sin nada con que calentarse, hacen ver el coste humano de las semanas de batalla.
Debaltsevo debería ser decisivo para la viabilidad de las Repúblicas Populares, ya que el control del centro del transporte ferroviario no solo garantiza el control de las comunicaciones entre Donetsk y Lugansk sino la conexión con tanto con Rusia como con Ucrania. Pero esta ciudad solo será clave si las Repúblicas Populares logran reconstruir la ahora maltrecha infraestructura.
A su llegada a Debaltsevo a través del medio destruido puente, única entrada a la ciudad entonces, días después del final de la batalla, la periodista ucraniana Irina Lashkevich afirmaba que “todo se podía haber solucionado por medio de negociaciones, pero alguien necesitaba de verdad una guerra”. Tras haber pasado por varias zonas del frente en la parte controlada por el Ejército Ucraniano y por Donetsk, la corresponsal del diario de Odessa Timer encuentra una ciudad en la que la destrucción es “sobrecogedora” y a la que solo se puede acceder cruzando un puente semiderruido que las tropas ucranianas trataron de volar en su retirada.
Como otros muchos periodistas, Lashkevich se sorprende al ver la actitud de la población, que junto al ruido de un generador, única fuente de energía en la ciudad en esos momentos, y en la cola para recibir una sopa caliente y un té en una improvisada cocina en la plaza central, tiene la paciencia de esperar su turno y la fortaleza de sonreír y bromear. “Sonrío porque llega la primavera, porque han venido los chicos”, dice una mujer señalando a los milicianos.
A su regreso dos semanas después de esa visita inicial, breve debido a que las noches aún eran peligrosas en la zona, donde se calculaba que podrían esconderse alrededor de 500 soldados ucranianos, Lashkevich apunta que “es imposible que en dos semanas se cierren las heridas infligidas por la guerra en la ciudad, pero se sienten cambios positivos”. Los voluntarios trabajan, tanto en Debaltsevo como en la destruida Uglegorsk, para tratar de volver a hacer habitables las ciudades. “No hay un solo edificio intacto”, afirma la coresponsal de Timer de una escena que califica como similar a una película sobre la Segunda Guerra Mundial.
En Debaltsevo, Nastia, esa niña que aún con la cara ennegrecida a causa del encierro de semanas en algún sótano de la ciudad pedía queso y dulces a los milicianos en esos primeros días tras la batalla, lidera ahora a los chicos que ayudan a preparar la comida en el centro de la ciudad. “En libros sobre la Segunda Guerra Mundial, había leído que los niños crecen en cuestión de días. Ahora lo he visto con estos niños con mis propios ojos”, dice la periodista. Como el resto de los niños y adultos, Nastia tiene claro quién disparaba contra su casa.
Ahora que los tanques y blindados quemados que el Ejército Ucraniano dejó atrás ya no forman parte del paisaje urbano, la ciudad ha cambiado ligeramente de aspecto. Tres semanas después del final de la batalla, han desaparecido también los postes y árboles caídos. El principal sonido ahora, dice Timer, es el de los martillos y taladros con los que la población trata de reparar agujeros en las paredes, tejados y ventanas. “El polietileno es el material más popular en las ciudades destruidas por la guerra en Donbass”.
“Lo he visto con mis propios ojos. La información sobre la restauración de las vías del tren digamos que es exagerada”, dice Irina Lashkevich en referencia a aquellos titulares de la prensa ucraniana que advertían de que los terroristas habían reconstruido en 12 días una infraestructura ferroviaria de Debaltsevo que días antes la misma prensa ucraniana había descrito como un paisaje lunar. Esa supuestamente reconstruida vía se utilizaba ya para el suministro de armas y munición rusa. “En las carreteras hay muchos equipos del Ministerio de Situaciones de Emergencia local: trabajan en la reconstrucción de las estaciones eléctricas destruidas para devolver la electricidad a Debaltsevo y a las localidades de sus alrededores. Los equipos de reparación trabajan duro, pero la dimensión de la tarea es inmensa”.
Dos semanas después de su primera visita, aproximadamente un mes tras la llegada de las milicias a la ciudad, Irina Lashkevich lo tiene claro. “Si alguien pensaba que la guerra, o como decimos en la televisión ucraniana, la operación antiterrorista, iba a convencer a Donbass de quedarse en Ucrania, en la práctica ha llevado a lo contrario. Si en mayo no todos los partidarios de la RPD y la RDL eran separatistas, hoy he encontrado una reacción negativa a la mención de la unidad del país”, dice en uno de sus artículos desde Debaltsevo, en el que añade que cada vez es más común la idea de que no hay nadie con quien reconciliarse. En un lugar en el que prácticamente todas las familias han perdido a alguno de sus miembros, la idea de la reconciliación parece imposible.
Las primeras entrevistas a la población local de Debaltsevo, esa que no pudo huir o que decidió no hacerlo y ha permanecido sin electricidad y casi sin comida en los sótanos de la ciudad, mostraban la determinación de la población de reconstruir sus casas y sus ciudades. La prensa se sorprendía entonces, no solo por esa determinación, sino porque la población de la ciudad no se hubiera levantado contra el cambio de poder, algo que muchos han explicado culpando a la propaganda rusa. La corresponsal de Timer desmonta esta idea sin necesidad de muchas palabras:“Viendo la vida en Donbass, es curioso oír hablar de los residentes de Donbass, zombis a causa de la propaganda rusa. ¿Cómo puede estar zombi la misma población de Debaltsevo que no puede ver la televisión por falta de electricidad? La población tiene su propia propaganda: la realidad que emerge ante sus ojos cada día, en cada momento”.
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