Para vencer, primero debemos resistir. Resistir los ataques del imperialismo contra Nuestra América. Estos se traducen en intentonas golpistas y amenazas de intervención directa más diversas sanciones económicas por parte del gobierno de Estados Unidos en Venezuela, en bases militares norteamericanas en Colombia y extrema militarización del norte paraguayo con asesoramiento colombiano, estadounidense e israelí, y en operativos de la CIA y el Mossad en la Argentina para que el país se convierta en un peón dócil de la política exterior de Washington.
En nuestro continente, el imperialismo siente que ha llegado la hora para lanzar una nueva ofensiva general. Venezuela vivió recientemente un intento de golpe que incluía bombardear el Palacio de Miraflores paraa sesinar al presidente Nicolás Maduro, con el objeto de desarticular el proceso revolucionario que ha construido el pueblo. Frustrada esa intención por la férrea unidad de pueblo y Fuerzas Armadas Bolivarianas, Obama decidió poner el pie en el acelerador y levantar la apuesta, declarando a Venezuela un “peligro” para su seguridad interna. Un disparate que busca acorralar al gobierno venezolano para que la oposición vea facilitado su accionar. Por otra parte, el proceso de paz colombiano avanza a los tumbos en La Habana, donde las FARC-EP se encuentran negociando con el gobierno una solución al conflicto sin abandonar la lucha por el socialismo, hecho poco conveniente para los intereses yanquis y sus aliados locales que requieren de una escalada armada para justificar su presencia militar.
En Argentina la muerte de Nisman, visitante asiduo de la embajada de EEUU y amigo del Mossad, sirvió para dinamitar la muy incipiente relación con Irán y para envalentonar a nuestra derecha recalcitrante que busca alinear al país con la política exterior de Estados Unidos. Política que consiste en desangrar a Medio Oriente con la excusa de combatir al Estado Islámico, aplastar a los pueblos que luchan por su soberanía y apoyar incondicionalmente la escalada criminal de Israel. Una América Latina independiente y soberana es una piedra en el zapato para la estrategia de hegemonía imperial norteamericana, que hoy busca poner en vereda a nuestra región.
No alcanza con medias tintas progresistas para que el pueblo se organice y avance.
Coincidimos con el vicepresidente boliviano Alvaro García Linea cuando sostiene: “Los revolucionarios no hemos venido para administrar de mejor forma el capitalismo”. Reafirmamos nosotros: “nuestra dignidad no la vamos a defender negociando con el imperialismo”.
Por eso hoy, a 39 años del golpe militar, económico, religioso del 24 de marzo de 1976, afirmamos:
El único camino es el de Fidel y Hugo Chávez, el que defendieron con su vida las organizaciones revolucionarias de los 70, y el de los hombres y mujeres rebeldes que en todo el mundo toman su destino en sus manos y lo convierte en poder popular.
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