Fiesta del PCE 2010

En la carpa de Cuba con la bandera de la Revolución

Ruta de Aigualluts cerca de Benasque

En la pradera después de Aigualluts, a los pies del Aneto.

Impresionante cascada de Aigulluts

La espectacularidad de esta cascada es para no olvidarse de ella.

Las Gradas de Soaso

Un espectaculo en los Pirineos Aragones

Cascadas de la Larri en, la espectacularidad alubrada a nuestros ojos

Un valle Glaciar eún vivo en los Pirineos Aragones

A los pies del las agujas del Pico Perramo, con su ibón

Otro rincón sin desperdicio pero muy duro de alcanzar

La Alhambra de Granada

La Alhambra desplegando toda su majestuosidad por la noche

La Alhambra de Granada

El patio de los Leones después de su restauración

Caracassonne

Ciudad Patrimonio de la Humanidad al sur de Francia

Mont Saint Michel

En la Normandia francesa se encuentra emplazada esta abadía espectacular

Castillo de Chambord

En el Valle del Loira, merece la pena ver este chateau

La Cueva de Zugarramurdi

En el norte de Navarra, se encuentra este lugar misterioso

En el alto del Mugrón

Una jornada de reivindicación con la Plataforma contra el ATC de Zarra.

Vista Labor de Torregrande

Edificio centenario con planta defensiva acastillada en Almansa.

Fiesta PCE 2012

Cayo Lara apoyo la reivindicación de la Coordinadora en Defensa del Hospital de Almansa para su no privatización.

Marchas de la Dignidad

En pleno tramo de Chinchilla a Albacete de camino a Madrid con las Marchas 22-M.

Fiesta PCE 2014

Un rato distraido con Cayo Lara en los puestos de la Fiesta del PCE.

Fiesta PCE 2014

Gines Fernandez el Director de Mundo Obrero, mítico periódico del PCE.

Marchas de la Dignidad Almansa

Movilización contra los recortes sociales y libertades colectivas, reclamando Pan, Techo, Trabajo y Dignidad 21.03.2015.

VIDEOS MARXISTAS, MATERIALISMO HISTORICO, DIALECTICA, SOCIALISMO CIENTÍFICO. FILOSOFÍA MARXISTA
PACIFISMO BURGUÉS Y PACIFISMO REVOLUCIONARIO
MARX: DIALÉCTICA, HISTORIA Y COLONIALISMOS
HISTORIA DEL MARXISMO:CLASE 1-INTRODUCCIÓN

lunes, 19 de noviembre de 2018

Interrogantes en la era Bolsonaro

Es evidente que el nuevo presidente de Brasil surgió del golpe institucional contra Dilma. Hubo una gran manipulación electoral para impedir la victoria del PT, que terminó arrollando a los viejos partidos de la derecha. Acallaron a Lula, pero demolieron también a las formaciones conservadoras tradicionales. La llegada del inesperado capitán a la primera magistratura genera múltiples incógnitas.





¿CÓMO GOBERNARÁ?
El ejército, la justicia y los medios de comunicación aportaron los tres cimientos del golpe, que ahora se utilizan para sostener al insólito personaje que presidirá el país.

Las fuerzas armadas han capturado posiciones claves en la estructura estatal desde la militarización de las favelas. Temer colocó bajo su mando a una nueva agencia de seguridad que reúne a todas las reparticiones del sector.

El protagonismo militar se extiende a los 70 candidatos de ese origen que ingresaron a las legislaturas y a los gobernadores del mismo palo. La tutela del ejército se vislumbra en la vicepresidencia y en el quinteto de generales que ocupará los cargos más estratégicos.

La gravitación del segundo pilar -el poder judicial- se ha transparentado con el superministerio asignado a Moro. El responsable de la proscripción de Lula fue premiado con un puesto de altísima jerarquía. Esa designación desnuda la farsa que montó sin pruebas, con burdos testimonios de delatores y con cargos perdonados a los políticos de otro signo.

Finalmente también los medios de comunicación acrecentaron su influencia por su labor de blanqueo de Bolsonaro. El diputado que integró durante 20 años la bancada más corrupta del Parlamento (PP) fue presentado como un individuo inmaculado. También se silenciaron las coimas cobradas por su jefe de campaña. Los medios tradicionales (O Globo) y la cadena evangelista (Récord) compitieron con las redes, en la creación de los miedos y difusión de las mentiras que apuntalaron el triunfo derechista.

La regresión de Brasil será incalculable si su presidente cumple con alguno de sus anuncios. Postuló la guerra contra los rojos, la instalación de la homofobia, el desprecio a los indígenas, la denigración de los negros, el maltrato de las mujeres y la penalización de la diversidad sexual. ¿Implementará esa retrógrada agenda o simplemente devendrá en una figura más de la derecha convencional?


¿QUIÉN SALDRÁ BENEFICIADO?
Bolsonaro no fue la carta inicial de la clase dominante, pero el poder empresarial lo ha rodeado para asegurar la continuidad de los atropellos en curso. Se intenta completar el avasallamiento de la legislación laboral, con la introducción del modelo chileno de privatización de las pensiones. El ultra-liberal ministro Guesdes prioriza estos ataques, pero podría suscitar también severos conflictos por arriba.

La primacía otorgada a los financistas asegura ventajas que afectan la actividad productiva. Esa obstrucción persiste en la tenue reactivación que ha sucedido a la histórica caída del PBI de los últimos años.

El bloque ruralista se perfila como otro nítido ganador. Su bloque parlamentario exigirá el uso irrestricto de armas para consolidar la apropiación de tierras. Pretende mayores inversiones del estado en la infraestructura exportadora y demanda la apertura de nuevos mercados. Esa exigencia socava los acuerdos internacionales concertados por el polo fabril paulista.

También este sector se ha subido a la oleada Bolsonaro para debilitar a los sindicatos y achatar los salarios. Pero no resignará los convenios regionales que forjó en las últimas décadas. La disputa en curso amenaza especialmente el futuro del Mercosur. La sugerencia inicial de disolver el acuerdo fue relativizada por el nuevo oficialismo ante la presión de los industriales. Ese empresariado necesita mantener a la Argentina como cliente preferencial.

Las privatizaciones constituirán otra esfera de disputa. El remate de compañías para reducir la deuda pública genera resistencias, que ya obligaron a desmentir el desguace de Petrobras. Pero como Bolsonaro adoptó hace muy poco tiempo el credo neoliberal (2017), deberá convalidar su conversión con prácticas contundentes.

El capitán carece de una significativa bancada propia y tendrá que negociar cada medida con el entramado de lobbies de Brasilia. El abultado presupuesto que recientemente aprobaron jueces y senadores -contrariando los mensajes oficiales de austeridad- anticipa los conflictos en puerta. Bolsonaro necesita conseguir primero la subordinación de la corporación militar, para gestar luego un poder bonapartista sobre el Congreso. Si falla, quedará a merced del juego parlamentario que tanto denigró en la campaña electoral.


¿QUÉ LÍMITES IMPONDRÁ LA RESISTENCIA?
El gran contraste entre el discurso y la realidad podría verificarse rápidamente en la compleja esfera de la seguridad. Bolsonaro prometió erradicar la criminalidad en una sociedad aterrada por la delincuencia. El país alberga la tercera población carcelaria del planeta y padeció 63.880 asesinatos el año pasado. La simplificada ilusión de resolver esa pesadilla con mayor violencia incentivó las apologías del asesinato, que engrosaron la “bancada de la bala” en el Parlamento.
Esa demagogia punitiva perderá eficacia en el ejercicio del gobierno. La criminalización de los excluidos sólo potencia la gravedad de un problema derivado de la desigualdad y la regresión social. No es la primera vez que se militarizan las favelas sin ningún resultado y con el exclusivo propósito de hostigar a la empobrecida población negra.

Lo ocurrido en México ofrece un dramático retrato de las consecuencias de involucrar al ejército en una guerra contra el delito. Las mafias se asociaron con los uniformados para pulverizar la autoridad del estado y provocaron una sangría dantesca (200.000 muertos, 30.000 desaparecidos).

Bolsonaro opone a pobres contra pobres para culpabilizar a los más vulnerables. Magnifica el resentimiento hacia abajo de los segmentos medios, disgustados con las tenues mejoras obtenidas por los sumergidos. Pero el capitán no podrá satisfacer las expectativas de sus seguidores. Al contrario, su programa de ajuste acentuará todas las adversidades que afronta la clase media.

No es ningún secreto que intentará demoler los derechos democráticos. Temer inició esas agresiones encubriendo el asesinato de Mireille, los tiroteos a las caravanas de Lula y las amenazas a 141 periodistas. Pero la victoria de Bolsonaro incentivó acciones más brutales. Un exponente bahiano de la lucha antirracista fue ultimado, se registraron incendios en los campamentos del MST y hubo varios ataques a locales del PT. Las convocatorias a prohibir libros críticos de la dictadura y a instaurar el creacionismo en las escuelas alentaron el ingreso de matones armados en la universidad.

La resistencia a esas agresiones será la batalla primordial de los próximos meses. El gran sustento para encarar esa lucha son las movilizaciones desarrolladas contra Bolsonaro. No alcanzaron para impedir su triunfo, pero congregaron multitudes con un gran protagonismo de las mujeres (“Ele nao”). Esas respuestas definirán los principales límites del proyecto reaccionario.


¿QUÉ HARÁ FRENTE A CHINA Y VENEZUELA?
Bolsonaro se dispone a ensayar un alineamiento internacional explícito con Trump. Viajará a Estados Unidos e Israel y sugirió el traslado de la embajada de su país a Jerusalén. Promueve un sometimiento al Departamento de Estado muy superior al simple vaciamiento de los BRICS. Recompondrá los grandes contratos que el Pentágono perdió con sus competidores de Francia y Suecia y tantea la concesión de una base militar a los marines.

Pero la jugada más riesgosa es su viaje a Taiwán para enfriar las relaciones con China. Ya Temer aceptó las presiones de Washington y suspendió varios proyectos bioceánicos financiados por Beijing. Pero también permitió a los exportadores capturar las cuotas de soja perdidas por Estados Unidos en las disputas con su rival oriental.

El Departamento de Estado está shockeado por el impresionante avance de su contendiente en América Latina. China multiplicó por 22 su comercio con la región en los últimos 15 años y aporta mayores préstamos de inversión que el BID y el Banco Mundial.

La confrontación arancelaria que promueve Trump no ha morigerado esa expansión. Las importaciones provenientes de Estados Unidos siguen rezagadas frente a sus equivalentes asiáticas. China le advirtió a Bolsonaro las consecuencias de cualquier bravuconada. Si termina restringiendo las compras de productos primarios, la fascinación de los agro-exportadores con su presidente-gendarme quedará muy dañada.

La agresiva postura hacia Venezuela entraña riesgos de mayor alcance.
El entorno de Bolsonaro ha sugerido subir el tono de las amenazas en sintonía con los halcones de la OEA. Con el pretexto de un caos humanitario impulsan operativos de amedrentamiento militar. El gobierno colombiano juega la misma carta para enterrar los acuerdos de paz.

Pero los últimos dos intentos de golpe contra Maduro (conspiración de mayo y ataque con drones) fracasaron y la oposición derechista mantiene su probada impotencia. Por esa razón se han reiniciado negociaciones para explorar nuevas formas de convivencia.

Una aventura militar contra Venezuela sería ajena a las tradiciones estratégicas de Itamaraty. Antes de imponer ese rumbo Bolsonaro debería alterar drásticamente la lógica geopolítica prevaleciente. Ese curso anularía la singularidad de una región que ha permanecido ajena a la sangría de Medio Oriente y África. En un escenario bélico, la caravana de migrantes centroamericanos que se aproxima a la frontera estadounidense se transformaría en un aluvión de refugiados.

Para cualquier proyecto regional Bolsonaro necesita consolidar un eje común con sus colegas derechistas. La disolución de UNASUR, las victorias electorales de Duque (Colombia) y Piñera (Chile) o la permanencia de Macri (Argentina) aportan los cimientos de esa convergencia. Pero la restauración conservadora no ha estabilizado su primacía.

Por esa razón son muy prematuras las analogías con el período regional reaccionario que inauguró el golpe del 64. Una etapa de ese tipo requeriría la extinción previa de todas las secuelas del ciclo progresista, que perduran en las relaciones sociales de fuerza de muchos países. Los dos pilares radicales de la dinámica progresista (Venezuela y Bolivia) y su retaguardia estratégica (Cuba) no han sido removidos.

Además, el despunte de nuevas fuerzas de centroizquierda contrapesa el avance de la derecha. El triunfo de Bolsonaro ensombreció pero no anuló la victoria de López Obrador (México), que desbarató el fraude y resucitó la presencia popular. Tendencias del mismo signo se observaron en los resultados logrados por la oposición en Colombia y Chile. El escenario latinoamericano continúa abierto.


¿IMITARÁ A SUS PARES DEL MUNDO?
Bolsonaro forma parte de un ascenso mundial de la ultra-derecha, que ha capturado gobiernos (Hungría, Polonia, República Checa) y creciente influencia en varios países (Italia, Finlandia, Suecia, Francia, Alemania, Holanda, Israel). Su irrupción inaugura la llegada de esa oleada a Latinoamérica. La restauración conservadora anticipó esa marea, pero sin la radicalidad reaccionaria del capitán.

Al igual que sus pares de Europa y Estados Unidos, la derecha brasileña canaliza el descontento generado por una degradación económico-social, que el sistema político no atempera. La frustración con los gobiernos (o imaginarios) progresistas alimenta esa reacción.

Todas las vertientes regresivas recurren a los mismos artificios, para auxiliar a los grandes capitalistas con diatribas contra las franjas más desprotegidas. Los inmigrantes son las principales víctimas de esa denigración en Europa. Las mismas potencias que provocan el drama de los refugiados militarizan el Mediterráneo, para impedir el ingreso de los despojados al Viejo Continente.

En Estados Unidos, el suprematismo blanco agrede con la misma contundencia a los latinos y afro-descendientes. Difunde la ficción de “engrandecer nuevamente a América” mediante la simple restauración de los valores conservadores. Para transmitir fantasías parecidas de recreación del bienestar y la seguridad perdida, Bolsonaro utiliza el chivo expiatorio de la delincuencia.

Todas las variantes de la ultra-derecha global comparten el mismo combo de neoliberalismo con xenofobia. Por eso rechazan la inmigración, pero aceptan la continuada circulación mundial de los capitales y las mercancías. Son chauvinistas fascinados por el mercado que reniegan del proteccionismo de sus antecesores.

Con su mixtura de militares y economistas ultra-liberales, Bolsonaro encarna una modalidad extrema de esa combinación. Concentra todas las características de la derecha descarriada, que sustituye a los exponentes civilizados del mismo palo. La etapa de edulcorada modernización de las fuerzas reaccionarias tiende a diluirse, para facilitar la instalación de configuraciones más brutales. Las mediaciones tradicionales se disuelven en una nueva era de cinismo, pos-verdad y naturalización de la mentira.


¿ES FASCISTA?
Las declaraciones y actitudes de Bolsonaro desbordan el autoritarismo, el populismo o el bonapartismo. Pero incluyen rasgos fascistas sólo potenciales, que no tienen viabilidad inmediata. Un largo trecho separa el peligro de su concreción. La fascistización es un proceso que transita por varios estadios. Aunque el capitán propugne esa degradación, la sociedad no comulga actualmente con semejante involución.

El fascismo requiere condiciones ausentes en Brasil. Supone el endiosamiento de una jefatura por fanáticos seguidores y la sustitución del sistema institucional por un poder totalitario. Exige censura de prensa, prohibición de partidos y aplastamiento completo de la oposición. Boslonaro se mueve por ahora en otra órbita. Es un recién llegado a la "gran política" que actúa en el tejido institucional. Cuenta con una base social reaccionaria poco dispuesta a confrontar físicamente con los trabajadores organizados.

El nuevo presidente promueve una represión mayor, pero bajo el comando de fuerzas regulares y no paramilitares. El fascismo implica un grado de violencia muy superior a los parámetros actuales y necesita organizaciones más verticalistas que las imperantes en el universo evangélico.

Ese sector militará contra el aborto y el matrimonio igualitario defendiendo el rol sumiso, servil y procreador de las mujeres. Pero esos regresivos anhelos se ubican muy lejos del enloquecido embate que alienta el cristiano-fascismo. Antes de arrasar la impresionante diversidad cultural de Brasil, Bolsonaro deberá doblegar una resistencia democrática inmensa.

El fascismo es un concepto genérico que incluye muchas variedades. La reproducción del modelo clásico de Hitler y Mussolini ni siquiera está discusión. Correspondía al contexto internacional de entre-guerra, con potencias involucradas en batallas por la primacía global y la erradicación del comunismo. Brasil se encuentra totalmente alejado de ese escenario.

Otros modelos más acotados de fascismo (Franco en España, Salazar en Portugal) tampoco se amoldan al contexto de Bolsonaro. El antecedente del pinochetismo es más pertinente. En Chile hubo totalitarismo, virulencia anticomunista y base social anti-obrera. Pero esas características sólo completaron el perfil de un régimen dictatorial clásico. El uribismo contiene esos mismos elementos en la actualidad, con el agravante de paramilitares en acción y un sostén social de larga data de la oligarquía. Sin embargo tampoco en Colombia rige un sistema político fascista.

La ultra-derecha latinoamericana está condicionada por el status periférico de la región. Cultiva un fascismo dependiente que comparte la fragilidad de todas las formaciones políticas de la zona. Por ese limitante Bolsonaro nunca podría imitar a Trump en sus divergencias con China. Brasil continuaría sometido a las exigencias de ambos colosos.

El frecuente uso de aditamentos para caracterizar al fascismo contemporáneo (proto, neo) confirma las diferencias con el modelo clásico. Esas singularidades no se restringen al caso brasileño. Todas las vertientes ultra-derechistas que actualmente agreden a los grupos más humildes propugnan modalidades del neofascismo social. Y su defensa de la primacía del mercado las aproxima a un novedoso fascismo neoliberal.

Estas combinaciones determinan los límites de esas configuraciones. En el laboratorio europeo los derechistas tienden a dividirse entre alas extremas -que pierden gravitación- y sectores preeminentes, que se amoldan al conservadurismo tradicional. Le Pen tomó distancia primero de su padre y ahora cuestiona los delirios retóricos de Bolsonaro.

La generalizada adhesión al neoliberalismo obstruye la reproducción del viejo fascismo. Sus sucesores se coaligan en el Parlamento Europeo contradiciendo los pilares nacionalistas de esa tradición. Ninguno propugna la disolución efectiva del euro o la unión comunitaria.

El límite más contundente a un devenir fascista se verifica en Estados Unidos. Trump nunca convalidó a las vertientes más extremas de su coalición y afronta ahora un escenario más adverso. Con la economía reactivada y sin guerras que convulsionen a la opinión pública ha perdido la Cámara de Representantes y su reelección es dudosa.

Pero lo más llamativo fue el éxito de candidatos con idearios socialistas y mujeres afro-estadounidenses, indígenas, musulmanas, latinas o de origen palestino y somalí. En lugar del típico voto castigo canalizado por el establishment demócrata irrumpió una generación de líderes progresistas con gran compromiso militante. ¿Este antecedente anticipa el perfil de rechazo a los derechistas en todo el mundo? ¿Es un espejo para Bolsonaro?


¿HABRÁ IMPACTO SOBRE ARGENTINA?
Los medios hegemónicos del Cono Sur identifican la elección brasileña con el “repudio al populismo”. Auguran un efecto dominó que permitirá “acelerar las reformas”, para competir con el giro pro-mercado del principal socio del país. Esta sesgada interpretación pretende potenciar un sentido común favorable al ajuste.

El gobierno complementa esa utilización con una mayor apuesta represiva. Asocia la oleada Bolsonaro con la convalidación del apaleo a los manifestantes. Considera que hay pierda libre para inventar terroristas, crear provocaciones y diseminar infiltrados.

También el poder judicial acelera el montaje de causas fraudulentas, para repetir con Cristina el operativo de encarcelamiento de Lula. Bonadío sabe que recibirá el mismo premio que Moro por esa canallada y busca en los Cuadernos alguna excusa para poner entre rejas a los familiares o allegados de CFK.

Pero Macri ocupa el incomodo lugar que tendría un pariente de Oderbrecht en la presidencia de Brasil. Cualquier investigación de corrupción lo salpica de inmediato por alguna de sus estafas al estado. Todas las exigencias para que “devuelvan lo robado” circunvalan su fortuna.

El ascenso de Bolsonaro ha sido más utilizado por el justicialismo amigable que por el oficialismo. Pichetto se ha situado en la cresta de la ola de xenofobia y anticomunismo, junto a los gobernadores que coquetean con la mano dura. Sus complicidades con el ajuste son explícitas. Aprobaron el presupuesto diseñado por el FMI, para emitir un mensaje de continuidad del ajuste si les toca reemplazar a Macri en el 2019.

Una reivindicación más explícita de Bolsonaro despliegan los políticos solitarios (Olmedo) con sus comunicadores (Feinman) y acompañantes ultra-liberales (Espert). Por ahora son tan marginales como el ex capitán en su debut, pero aspiran a repetir su trayectoria si el sistema político eclosiona.

Nadie sabe cuánto tiempo Bolsonaro servirá como bandera de la derecha en el país. El congelamiento del Mercosur y el privilegio de la sociedad con Chile afectarán su rating como figura a imitar. La incomodidad será mayor, si Trump lo elige como principal cómplice en desmedro del vasallo argentino.

Las numerosas diferencias que distinguen a la Argentina de su vecino acotan también las posibilidades de un Bolsonaro criollo. La dictadura brasileña coincidió con un prolongado período de crecimiento desarrollista y sus responsables nunca fueron juzgados. En cambio Videla y Galtieri acentuaron una regresión económica que desembocó en la aventura de Malvinas. Todos los tanteos para revalorizar a esos genocidas desatan repudios masivos.

Tampoco la base social que sostuvo a Bolsonaro tiene correlato en las alicaídas marchas de los sectores acomodados de Argentina. Mientras que allí colapsó el sistema político aquí prevalece el marco institucional. Por eso Macri recurre a la demagogia tradicional sin ensayar la brutal frontalidad de su colega.

El sentimiento anti-político que actualmente nutre el avance de la ultraderecha brasileña presenta un contenido muy distinto, al sentido que tuvo durante la rebelión argentina del 2001. Además, en los últimos años predominó en Brasil la desmovilización popular y la desmoralización del progresismo. Por el contrario Macri no ha podido doblegar la resistencia a sus medidas.

Estas disonancias recrean las diferencias históricas entre un país signado por la convulsión y otro caracterizado por la continuidad del orden. Brasil no vivió procesos revolucionarios, la esclavitud fue abolida con inédita tardanza y la independencia fue proclamada por un príncipe portugués. Ningún Bolsonaro se perfila en el corto plazo de Argentina, pero el trauma económico que se avecina abre posibilidades de todo tipo.


¿CUÁLES SON LAS LECCIONES PARA LA IZQUIERDA?
Bolsonaro recurrió a una campaña virulenta contra el PT basada en infamias orquestadas por los medios de comunicación. Pero esas injurias fueron absorbidas por un amplio sector popular enemistado con la gestión de la última década. Esos trabajadores escucharon, toleraron y finalmente aceptaron la propaganda de la derecha por su defraudación con el PT. Esa decepción explica el fulminante ascenso del troglodita.

El desencanto comenzó con el gobierno de Lula y se generalizó con el posterior giro neoliberal. Dilma mantuvo la sociedad con Temer, estrechó lazos con los evangelistas, convalidó la desigualdad y reafirmó los privilegios de la elite capitalista. Afianzó, además, los turbios acuerdos con toda la casta de políticos a sueldo. La administración petista preservó la estructura de poder y la concentración mediática tradicional. Tuvieron muchas oportunidades para romper ese condicionamiento y siempre optaron por mantener el status quo.

Por ese conservadurismo el PT perdió primero el apoyo de la clase media y luego el sostén de los trabajadores. El resurgimiento reciente de Lula no alcanzó para recomponer ese distanciamiento previo. Los dueños del país aprovecharon la orfandad para recuperar el control directo del poder.

La partida comenzó a definirse durante las protestas del 2013. En lugar de asumir las demandas sociales de los jóvenes el PT se ubicó en la vereda opuesta. Su terror a la acción popular afianzó la ceguera institucionalista cultivada durante décadas. Esa actitud condujo a la renuncia sin lucha de Dilma y a la debilidad posterior de Lula frente a su encarcelamiento.

El PT dejó vacante la calle que ocupó la derecha. Fue derrotado en ese ámbito mucho antes que en las urnas. El desenlace de las manifestaciones del 2014-2016 definió el resultado ulterior de los votos.

Como ha ocurrido siempre en América Latina la relación de fuerza se dilucida en el llano y se proyecta al terreno electoral. Venezuela aporta un contraejemplo a lo ocurrido en Brasil. En medio de una indescriptible crisis económica, con sabotajes, conspiraciones y atentados de todo tipo, Maduro derrotó a la derecha en los comicios, porque doblegó previamente las guarimbas en la calle.

Muchas evaluaciones del triunfo de Bolsonaro omiten este balance o presentan al PT como simple víctima de los artilugios derechistas. Soslayan su responsabilidad política en el resultado final. Es cierto que las batallas de la izquierda son muy complejas en una sociedad signada por siglos de exclusión. Pero esa dificultad se acentúa con la convalidación de los privilegios de los poderosos.

En lugar de encarar el empoderamiento popular y la formación político-ideológica de los trabajadores, el PT apostó a un sostén pasivo derivado de la mejora del consumo. Quedó a merced del vaivén de la economía y dejó a las masas a disposición de la derecha. Bolsonaro aprovechó ese hueco y logró que los propios beneficiaros de las mejoras del petismo fueron ingratos con sus padrinos.

Lo ocurrido en Brasil ilustra cómo la ultra-derecha puede capitalizar los fracasos de la propia derecha. En un escenario de ocaso de los viejos conservadores, el naufragio de Temer abrió las compuertas a un infierno mayor. Hay que aprender de esa experiencia. Si la izquierda muestra firmeza y valentía en la lucha, los Bolsonaro de América Latina serán derrotados.
  

El autor es Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz  

jueves, 8 de noviembre de 2018

Voces de la caravana: La "dictadura" y "la injerencia de EE.UU." están detrás del éxodo en Honduras


Integrantes de la caravana migrante y líderes sociales del país centroamericano aseguran que la crisis política provocada por el gobierno de Juan Orlando Hernández detonó la migración masiva hacia EE.UU.
Voces de la caravana: La "dictadura" y "la injerencia de EE.UU." están detrás del éxodo en Honduras
Migrantes hondureños rumbo a EE.UU. en la Ciudad de México. 7 de noviembre de 2018.
Alfredo Estrella / AFP

La crisis migratoria en Honduras fue detonada por la "dictadura" del presidente Juan Orlando Hernández, apoyada por EE.UU., denuncian integrantes de la caravana migrante y líderes sociales hondureños.
A lo largo de varias entrevistas realizadas por RT a los hondureños que conforman la caravana migrante, la gran mayoría de ellos coincide en que decidieron salir del país debido a la falta de trabajo, así como el aumento en el precio de los alimentos y el combustible. Cuando se les pregunta qué provocó esa situación, muchos de ellos señalan la crisis política desatada a raíz del cuestionado triunfo de Hernández a la presidencia de Honduras como el acontecimiento que detonó un éxodo migratorio sin precedentes.

Centroamericanos cruzan la frontera entre México y Guatemala. 2 de noviembre de 2018. / Carlos Garcia Rawlins / Reuters

Las consecuencias de una "crisis política"

"Esto es una crisis política, porque los políticos allá todo el dinero se lo están comiendo, se lo están robando. Juan Orlando Hernández le da trabajo a los de él", asegura Alexis Lagos, uno de los migrantes hondureños que acampa en el Estadio Jesús 'Palillo' Martínez, ubicado al oriente de la Ciudad de México.
"A Salvador Nasralla le robaron la presidencia", afirma. "Ellos tienen como una manta en frente para que los problemas no salgan del país".

El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, en Guatemala. 20 de octubre de 2018. / Luis Echeverria / Reuters
Alexis Lagos relata que trabajaba como albañil. Tenía tres meses sin encontrar oportunidad de empleo, a pesar de que tiene tres hijos y apoya a su madre. "No tuve otra opción, porque no teníamos para comer", cuenta.
Durante la travesía, le tocó presenciar la muerte de su primo en la ciudad de Tapachula, Chiapas, al sur de México.
"La parte más difícil de mi vida es que teníamos tres personas y un primo mío se murió en el camino. Esa fue la parte más dura de esta osadía", relata Alexis, quien desconoce las causas médicas que ocasionaron el fallecimiento de su familiar.
Pero Alexis no es el único en considerar que la situación en Honduras se recrudeció a partir del actual gobierno.

Huyendo de una "dictadura"

Mientras espera en una de las carpas que se han instalado en el campamento para ser atendida por un padecimiento de asma, Isis Guzmán intenta recordar cuándo comenzó a deteriorarse la situación en Honduras: "Eso viene siendo desde hace cuatro años", dice.
"Desde hace seis", la corrige Edil Antonio García, quien trabajaba como mecánico en Honduras. "Desde que Juan Orlando ganó la presidencia el empleo se fue para abajo", afirma.
Mientras varios migrantes centroamericanos hacen fila para recibir un poco de comida en el campamento instalado en Ciudad de México, un soldador hondureño, que porta una camiseta roja del Chapulín Colorado, cuenta cómo decidió salir de su país para escapar de lo que considera una "dictadura".
"El sistema de vida no es muy bueno: salud, el sistema monetario, todo eso. La canasta básica es muy alta y uno trata de tener una vida mejor de la que nos ofrecían, uno trata de venirse de una dictadura", relata el hombre, quien considera que el gobierno de Juan Orlando Hernández fue producto de una imposición.
A finales de octubre, en Pijijiapan, Chiapas, otros migrantes hondureños integrantes de la caravana coinciden en que la carestía que enfrenta el país fue provocada desde que el actual presidente hondureño asumió el poder.
Hermis Ramos es un joven de 23 años que trabajaba como albañil y carpintero antes de salir de Honduras. Ganaba 2.400 lempiras a la semana (100 dólares) cuando llegaba a tener trabajo.
Ramos explica que en su país existe el programa Bolsa Solidaria, impulsado por el gobierno, que consiste en la entrega de media libra de manteca, una libra de arroz, otra de frijoles y una de maíz. Pero en casas como la suya, con siete miembros en la familia, ese apoyo resulta insuficiente. "Con eso no va a dar abasto. Y si no hay trabajo, ¿qué puede hacer uno? La mayoría de los jóvenes roban allá, los matan jovencitos, de 15 o 16 años. No hay trabajo", dice.
"La canasta básica está muy alta. El combustible sube cada lunes", se queja Hermis.
Le preguntan cuándo se agravó la situación y responde: "Desde que entró el presidente de Honduras".

El papel de EE.UU. en el conflicto político hondureño

Para el periodista y activista Bartolo Fuentes, quien es señalado por el gobierno de Honduras de ser el principal orquestador de la caravana migrante, la situación política de Honduras está vinculada a la injerencia de EE.UU. en Centroamérica.

"Hay un gobierno de EE.UU. que impone su criterio porque tiene bases militares en Honduras. Porque los que entrenaron a los militares en Honduras son los mismos gringos y son los que salieron a matar a la gente en las calles cuando protestaron por el fraude electoral. Y ahora quieren deslindarse, y buscar quién es el culpable. Y quieren decir que un pinche periodista Bartolo Fuentes es el que trae a toda esta gente. ¡Por favor!", sostuvo Fuentes durante la conferencia de prensa que otorgó, el pasado martes, en el campamento de la caravana migrante en Ciudad de México.

El periodista, quien durante años ha seguido de cerca las historias de migrantes centroamericanos, es tajante al afirmar que la política exterior estadounidense es responsable de buena parte de la crisis política en Honduras.

"¡Ellos son los invasores! Nosotros no invadimos EE.UU. Si Donald Trump no lo sabe, hace más de cien años en Honduras hubo más de 200 empresas mineras sacando el mineral de nuestro país sin pagar nada por esos metales que se llevaron. ¿Y qué quedó en nuestras comunidades? ¡Los puros hoyos! Los hombres y mujeres enfermos, y los pueblos en la miseria", señala Fuentes.

El activista también consideró que la propuesta del presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, de ofrecer trabajo a los migrantes centroamericanos es bien recibida como una medida de emergencia, pero considera que los organismos internacionales tendrían que responsabilizarse por el éxodo masivo de migrantes hondureños.
"Sinceramente, nosotros no creemos que tenga que ser México que cargue con toda esta situación, porque no es México quien ha saqueado Honduras, no es México quien dio el golpe de Estado", afirmó Fuentes, tras destacar la completa ausencia de la embajada de su país desde la entrada de la Caravana a territorio mexicano.
Otros críticos del actual régimen hondureño consideran que la manera en que EE.UU. apoyó el golpe de Estado en 2009 contra el entonces presidente de ese país, Manuel Zelaya, así como el respaldo de Washington a Juan Orlando Hernández, acusado de haber cometido fraude en las elecciones de 2017, explican las causas políticas que originaron el éxodo masivo de la caravana migrante.

"Todo tiene su autoría en las políticas injerencistas del imperialismo yanqui, eso no tiene discusión alguna. El piraterismo financiero internacional nos tiene hundidos con un endeudamiento que por eso sostienen estos régimenes dictatoriales, producto de negociar con corruptos y ladrones", afirma el sociólogo y periodista Milton Benítez.
"Acaba de decir Trump que el dinero se lo roba Juan Orlando Hernández. ¿Pero por qué no dijo que se robaron las elecciones también?", cuestiona Benítez.

¿Cómo se gestó la crisis política en Honduras?

El 28 de junio de 2009, tras meses de tensiones entre los Poderes de la República, el Ejército recibió la orden emitida por la Corte Suprema de arrestar al entonces presidente Manuel Zelaya, quien fue sacado a la fuerza del país. El acontecimiento significó un golpe de Estado en Honduras, repudiado abiertamente por la comunidad internacional y la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU).
Después del golpe, el Congreso de Honduras, encabezado por Roberto Micheletti, quien asumiría el poder tras el derrocamiento de Zelaya, decretó un estado de sitio y desplegó militares en las calles para contener las protestas.
Los sectores más conservadores de Honduras apoyaron el golpe, mientras el presidente depuesto hizo un llamado a la desobediencia civil.
Después de varios meses de tensiones, se realizaron las elecciones y resultó vencedor el derechista Porfirio Lobo Sosa, del Partido Nacional de Honduras.
La entonces secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, reconoció haber operado políticamente para impedir el regreso de Zelaya y apoyar las elecciones celebradas por los golpistas.
"En los días siguientes del golpe hablé con mis homólogos de todo el hemisferio, incluida la secretaria Patricia Espinosa, en México, con el objetivo de organizar rápidamente unas elecciones que tuvieran como resultado hacer irrelevante la cuestión de Zelaya", según reconoció Clinton en su libro Decisiones difíciles.
Desde entonces, Honduras vive un clima de inestabilidad política que ha repercutido en las condiciones de vida de la gente.
En 2014, asumió el poder Juan Orlando Hernández como presidente de Honduras. Durante su mandato se presentaron varios escándalos de corrupción y ocurrió el asesinato de la activista Berta Cáceres.
En 2015, el gobierno de EE.UU. aumentó la presencia de efectivos en bases militares de Honduras.
En 2017 se realizaron nuevas elecciones. En medio de acusaciones de fraude, Juan Orlando Hernández se impuso al candidato Salvador Nasralla, aspirante de la Alianza de Oposición contra la Dictadura. Ante las irregularidades que se presentaron durante los comicios, la Organización de Estados Americanos (OEA) pidió la repetición del evento electoral, pero eso no sucedió.
De este modo, Juan Orlando Hernández fue investido para un segundo mandato, en medio de una crisis de legitimidad que persiste hasta la fecha.

Pobreza, violencia y desigualdad

Se estima que 64,5% de la población de Honduras vive en situación de pobreza y 42,6% en extrema pobreza.
Honduras también es el tercer país más desigual del planeta, sólo debajo de Sudáfrica y Haití, según un informe de 2016 del Banco Mundial (BM).
En tan sólo dos años, el precio de la gasolina se ha incrementado 23%, según datos del sitio Central America Data. Mientras en enero de 2016 un galón de combustible tenía un precio de 3,12 dólares por galón, al 5 de noviembre de 2018, ese mismo galón costaba 3,84 dólares.
El incremento en el precio de los combustibles en Honduras ha provocado protestas y aumentos en los precios de los alimentos.
Tras ser considerado el país más violento del mundo, el número de asesinatos en Honduras se ha reducido en los últimos años. Sin embargo, durante 2017 hubo un promedio de 11 homicidios diarios y una tasa de 43,6 muertes violentas por cada 100.000 habitantes.
Ante el complejo panorama social y político, un documento del Instituto Universitario Democracia, Paz y Seguridad de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras concluye: "La masiva ola migratoria iniciada como una caravana de hondureños desde el sábado 13 de octubre, saliendo de la ciudad de San Pedro Sula, y a la que se han sumado hondureños de otras regiones del país, es una exposición irrefutable de los resultados de la democracia y del modelo de desarrollo impulsado en las últimas cuatro décadas".
Manuel Hernández Borbolla a través RT