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jueves, 26 de febrero de 2015

La seductora tentación de vender el lenguaje de la revolución por un plato de lentejas electorales

HEGEMONÍA E HISTORIA. REFLEXIONES DE UN COMUNISTA SOBRE LA IDENTIDAD DE LOS COMUNISTAS.


Desde respetables posiciones anticapitalistas, algunos estrategas de la revolución aconsejan “renunciar a los significantes”, es decir: abandonar o al menos ocultar el instrumental semántico tradicional.

  Desde respetables posiciones anticapitalistas algunos estrategas de la revolución aconsejan“renunciar a los significantes”, es decir: abandonar o al menos ocultar el instrumental semántico tradicional de la teoría y praxis marxista a fin de no asustar a aquellas capas de la población que, aunque descontentas con la situación social, económica y política actuales, rechazan todo aquello que les suene a comunismo.

  
  Se trataría por consiguiente de no llamar condiciones objetivas a las condiciones objetivas ni proletarios a los proletarios ni plusvalía a la plusvalía. Mejor, proponen, hablar de circunstancias, de ciudadanos y de economías extractivas. Al fin y al cabo, nos dicen, estamos en la era de la seducción y de la publicidad y parece lógico y eficiente el aceptar que hay que saber venderse, que la política es también una mercancía y que el fin justifica el marketing, sobre todo si se trata de un fin cuantitativo y electoral; nos dicen que aquellas formaciones políticas que no se plieguen a estas exigencias de revoco y maquillaje de fachadas corren el riesgo de quedarse obsoletas, antiguas, decimonónicas, incapacitadas para incidir de manera significativa en su entorno político. De ahí la seductora tentación de vender el lenguaje de la revolución por un plato de lentejas (electorales), y de ahí la necesidad de resistirse a caer en esa tentación que los cantos de la sirenas de la postmodernidad (los asesores de imagen) no dejan de entonar.


    Y no es ni mucho menos que restemos importancia a las batallas políticas que se materializan en las urnas y en los votos, pero si entendemos que la actividad política es algo más que el marketing y una campaña mediática, mejor seguir llamando a las condiciones objetivas condiciones objetivas y a la lucha de clases lucha de clases porque la renuncia a un determinado lenguaje implica sometimiento a los dueños de los medios de producción de los significados y sumisión a las reglas de juego que el enemigo impone. Hacer lo contrario significaría aceptar como arbitrario lo que es construcción histórica que surge y se forja en el enfrentamiento y en el combate.


    Porque los comunistas y las comunistas somos eso: historia, y no conviene olvidarlo por mucho que la sirenas de la refundación o el marketing electoral nos acaricien el oído. No es fácil ser historia en tiempos en los que la historia, la nuestra incluida, la han escrito mayormente nuestros enemigos de clase. Una consecuencia más de haber perdido la guerra fría.


  La historia del comunismo que hoy circula de manera hegemónica es una historia anticomunista que se cuenta y recuenta con la saña y dedicación de quien hace leña del árbol caído. Y lo malo de esa lectura dominante con que el enemigo, utilizando todos los recursos a su alcance, ha bombardeado los imaginarios colectivos reside en que inevitablemente invade, infecta y penetra hasta lo más hondo. No es raro comprobar o descubrir cómo parte de ese anticomunismo nos acecha, muerde y nos habita. De ahí que en la lucha por la hegemonía que este tiempo nos reclama a los comunistas, la recuperación de nuestra propia historia sea tarea urgente y necesaria. Volver a ser árbol que crece.



En momentos como los actuales en los que el escenario político se abre a posibilidades de transformación y cambio, necesitamos más que nunca asumir nuestro pasado, la historia del comunismo, con todas sus glorias y todas sus miserias, sus pasos adelante y sus pasos atrás. Asumir es saber situar los hechos –más importante que encontrar la verdad es saber situarla- en el contexto político pertinente y concreto en el que se desarrollaron y trazar tanto el mapa de las condiciones objetivas como el de las condiciones subjetivas.


      No se trata de negar nada pero tampoco de leer nuestra historia con la mirada ajena e interesada del enemigo. Es tarea urgente que usemos nuestras propias herramientas epistemológicas para evaluar, ponderar, encuadrar hechos y actitudes. Solo desde el uso de nuestras herramientas estaremos en condiciones de hacernos cargo de los aciertos y de los extravíos, de los errores y de las contradicciones, de las derrotas y de los esfuerzos, de la confusión y de la fortaleza. Sin necesidad de renegar de ninguna herencia porque nuestra herencia, en definitiva, se escribe en futuro y porque la hegemonía, camaradas, empieza en nosotros mismos.

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